Acá les muestro una de las tantas historias que recopiló y nos dejó nuestro gran instructor de Faros Don Jorge Alvarez Barraza (Q.E.P.D.), muchas gracias.
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A NACER
AUTOR:
SOM Sr. Jorge ALVAREZ Barraza (Q.E.P.D.)
En una noche fría infernal, dos guarda faros se
encontraban en el faro Cabo Ráper, a punto de entregar la guardia; eran las 4
de la mañana y el viento norte y la lluvia golpeaban repiqueteando los
cristales de las ventanas.
El más joven, que aún denotaba en su rostro el sueño por
venir recién saliendo de la cama, preguntó con voz sosiega y restregándose los
ojos:
Hola
jefe, ¿Tiene café?.
A lo
que el otro respondió:
Sí
monito, está la tetera puesta en la cocina, en el horno hay pan calientito.
El recién llegado se dirigió a la mesa de la cocina y se preparó
café, ofreciéndole en forma gentil uno a su compañero, el cual respondió:
Te lo acepto monito, aunque me va a quitar el sueño,
sirve pa’ que tallemos un poquito y así te acorto la guardia, total pa’ dormir
tengo harto tiempo.
Diciendo esto, se arrimó a la mesa en que estaba su
compañero, donde continuó dialogando.
Sabís monito… simpre me ha llamado la atención porque
eres tan viejo y todavía eres cabo, a tu edad yo tenía 12 años de marina y ya
era Sargento 2°, y tú te estay cayendo de los 30 años y eres cabo mote.
Si jefe, a la marina yo entré viejo, por una talla que me
pasó, antes fui tripulante de buque pesquero de alta mar, de esos buques que
pescan más allá de las 200 millas, trabajé como 12 años en eso sabe, yo
trabajaba en una empresa noruega, me enrolaba en Valparaíso y me daban pasajes
para embarcarme en Panamá. La última vez me embarqué en el buque factoría “Nord
Sea” de bandera noruega, zarpamos un día del mes de enero a pescar pa’ fuera.
Yo era tripulante de cubierta, y me acuerdo que como al
quinto día de faena, me toco trabajar en la cubierta de babor en la guardia
nocturna, el mar estaba picado y el buque , como era grande daba bandazos y
escoras bien pronunciadas, en uno de estos bandazos me acuerdo que salí
disparado de cubierta y me encontré de repente en el agua, viendo con espanto
como el buque se alejaba, dejándome solo en ese inmenso océano, entré como en
un sopor, luchaba solo por mantenerme a flote. Cuando tuve un poco de lucidez,
me di cuenta que me encontraba casi desnudo, la oscuridad era total, no sé cuánto
tiempo había pasado porque no tenía noción de él, solo recuerdo mi semi
inconsciencia.
Un estado como suspendido, de repente, en mi letargo
escuché una voz que me dijo:
¡Levanta los brazos! ¡Levanta los brazos te digo!.
Jefe, palabra, yo como si me hubieran puesto un resorte
levanté los brazos a la vez, y en ese mismo instante un nivelay se me enrolló y
sentí que empecé a ser izado a un buque.
Comencé a sentir un gran cansancio, sin lograr que mis
ojos permanecieran abiertos para descubrir lo que pasaba, solo escuchaba voces
que poco a poco se apagaban en mis oídos. De ahí no supe más de mi, hasta que
había pasado un buen rato y comencé a sentir una voz que me decía:
Chico, chico…. ¡Despierta!, ¿Cómo estás?.
Abrí los ojos y observé la figura rechoncha del
Contramaestre panameño que me miraba con cariño.
¡De buena te salvaste chico!, esta no la cuentas dos
veces.
Levántate que ya llevas dos días durmiendo y el Capitán
quiere verte.
En eso se acerca el enfermero trayéndome la ropa y una
bandeja con comida, la cual al devoré con ansias, observado mientras tanto por
los otros.
Una vez recuperado, me levanté y fui a visitar al
Contramaestre, el cual al verme me dijo:
Sabes chico, todavía me pregunto qué me impulso a tirarte
el nivelay antes de ayer, fíjate que volvimos a buscarte y después de navegar
tres horas, buscándote sin saber donde y cuando te habías caído, de repente
algo dentro de mi me dijo, ¡Tira el nivelay!, palabra chico, yo no te vi, solo
obedecí y tiré la cuerda, con tanta suerte que te enrollé, de lo cual me alegro
porque te aprecio harto.
Así que usted fue Contra….sabe…., le agradezco lo que
hizo por mí, en nombre propio y de mi familia, a lo cual espero algún día en
algún lugar devolverle la mano, le dije.
Y desde entonces, me metí a farero.
Sabe jefe, he pensado mucho esto, y he llegado a la
conclusión que hay otra dimensión cerca nuestro y que nadie se muere antes del
día que le toca morir, como me dijo el Capitán cuando me recibió en su castellano
agringado:
“Tú sacarte lotería, saber que tu caso pasar uno en un
millón. Tu dar gracias a Dios, porque tú ser ese uno entre el millón, y ahora
tú si creer que existe Dios”.
Sabe mi sargento, claro que creo en Dios, y en un montón
de cosas más. ¿Quién se preocupa por mí al otro lado?, ¿De quién era la voz que
escuché y sigo escuchando en los momentos difíciles?, y le digo… yo no estoy loco, y le prometo que
lo que le he contado es la pura y santa verdad.
Desde
entonces prometí no embarcarme más como marinero y busqué un trabajo en tierra,
no por cobardía, sino porque desde esa vez miro la vida de otra manera.
El
Sargento Alvear miró al monito y empezó a comprender muchas cosas de su
comportamiento, pensando que Dios se manifiesta al hombre de muchas maneras.
FIN