FARO
BAHÍA FÉLIX
“UN
RECUERDO INOLVIDABLE”
Dedicatoria:
A los fareros,
personas que en forma silenciosa, con dedicación y esfuerzo, destinan su vida a
custodiar el encendido de las luces que alumbran las rutas marítimas y
contribuyen de manera real a brindar seguridad a los navegantes a lo largo de
las costas de Chile y el mundo .
FARO
BAHÍA FÉLIX
“UN
RECUERDO INOLVIDABLE”
Autor:
SOM (F.) Sr. Gustavo González Cortés
Luego de trabajar durante varios meses
en el Subdepartamento de Faros de Magallanes adquiriendo conocimientos para mi
formación técnica, ya sea reparando equipos, cargando baterías, haciendo
mantención y llevando a cargar acumuladores a gas acetileno, ayudando a
preparar elementos para comisiones ya sea en buques de la Armada como en los
vehículos de la repartición, como eran el camión Dodge y el todo terreno Land
Rover, vino mi segundo aislamiento, en septiembre de 1979 fui designado para
conformar la dotación del faro con familia Bahía Félix, me pareció muy extraño
ya que ese faro era exclusivo para especialistas casados y sus familias, para
octubre se necesitaban 3 familias y solo se disponía de dos por lo tanto
buscaron la solución, reemplazar a la familia faltante por dos solteros, el
mando consideró que esta era la mejor solución, y ahí apareció el segundo
soltero el Cabo 2º (F.) Guillermo Rivas (Q.E.P.D.), con esta designación se
solucionaba el problema de rol de guardia, también nos brindábamos apoyo y nos acompañábamos en los momentos
libres, la nómina de la dotación de Félix quedó conformada para los meses
venideros por las siguientes personas: Jefe del Faro, el Cabo 1º (F.) Vicente
Soto Arancibia; primer ayudante, el Cabo 1º (F.) Carlos Pobrete Cruz; segundo
ayudante, el Cabo 2º (F.) Guillermo Rivas y tercer ayudante, el Marinero
(Af.F.) Gustavo González Cortés, los dos primeros se iban como dotación por un
año y los dos últimos en comisión por cuatro meses, una vez chequeado el médico
y el dentista, vino la preparación y acopio de la carga: víveres, consumos de
toda índole, repuestos mecánicos, eléctricos, electrónicos, de gasfitería,
clavos, pintura, etc., artículos personales, golosinas, bebidas, vestuario y la
radio personal,
Llegada a faro
Bahía Félix
Al mediodía del día 3 de octubre, a
bordo del Patrullero Lientur, soltamos amarras y zarpamos, íbamos junto con la
dotación entrante del Faro Islotes Evangelistas, la idea en principio era
navegar directo a la roca si las condiciones de tiempo eran favorables, eso se
iría viendo durante la navegación, meteorología de Punta Arenas y el faro se
encargarían de hacer llegar un informe cada tres horas para ir evaluando, la
navegación a través del Estrecho de Magallanes durante las primeras horas fue
muy tranquila, luego se fue notando un deterioro climático, íbamos preparando
la mente para aporrearnos en la navegación hacia Evangelistas, en la mañana me
desperté con los golpes de ola en el buque, me fui a tomar desayuno y para mi
sorpresa, no navegábamos a la roca, nos encontrábamos a la altura del paso
Tamar y pronto a caer hacia Caleta Meteoro en las cercanías de Félix, la ola atravesada
fue bastante movida así que poca gente había en cubierta, el lugar de fondeo
era muy tranquilo, la mar estaba calma, pero una llovizna fina que todo lo
mojaba nos recibió, rápidamente se organizaron las partidas de trabajo, las
señoras, niños y niñas más los esposos de la dotación entrante y algunos
enseres personales bajaron en la primera chalupa, en la siguiente bajó el Cabo
Rivas, el único que quedó abordo fue el Marinero González, quien debía indicar
que correspondía bajar ahí, aunque casi todo estaba marcado, la carga de ambos
faros iban juntas en la bodega, los viajes se sucedieron uno tras otro cargados
con tambores con petróleo, balones con gas, víveres, enseres personales, cajas
y cajones con consumos, etc., de tierra también nos llegaba carga similar a la
que enviábamos, la única diferencia era que los tambores y balones venían
vacíos, para hacer expedita esta tarea, el mando del patrullero Lientur desplegó
a todo su personal a cubrir las diferentes maniobras que se sucedían con esta
faena, un grupo reducido cubriendo los puntos principales del buque, otro
equipo apoyando al contramaestre en popa, otros en cada una de las
embarcaciones de abordo y otro equipo en tierra apoyando el desembarque y
embarque de carga, todos se hacía con seguridad. El desembarcadero que estaba
compuesto por un pequeño muelle que sólo cumplía su función cuando había
pleamar, las otras veces había que buscar el lugar adecuado para vararse y
trasladar la carga a través de las rocas resbalosas, algo muy peligroso, los
viajes eran muy lentos ya que la mancha de sargazos era extensa, las balleneras
enredaban sus hélices y los remos de las chalupas apenas lograban dar paladas,
durante la tarde se dio por finalizada la faena de reaprovisionamiento y el
buque zarpó con rumbo a Evangelistas o a algún lugar donde poder fondear seguro
y esperar buenas condiciones de tiempo, habíamos quedado solos con toda nuestra
carga en las cercanías del muelle, los tambores con petróleo y aceite además de
los balones con gas, se ordenaron a continuación de la aduana, la demás carga
se estibó dentro de ella, lo que pudimos lo llevamos hacía la casa utilizando
el winche manual que arrastraba un carro sobre rieles, la distancia que separaba
la aduana de la casa era de un poco más de 100 metros en subida.
Camino de
acceso a la casa y rieles
El
extremo Sur de nuestro país esta lleno de secretos y hermosura, cuantas
entradas de mar hacia las grandes islas que conforman el desmembrado territorio
chileno en esas latitudes, donde se encuentra la Caleta Meteoro o un poco más
allá la bahía Félix, ambas abrazadas por la gran isla Desolación cubierta de
vegetación virgen, de nieves y hielos eternos, la hermosura de esos parajes
embarga el espíritu, el islote que alberga las dependencias del faro se
encuentra rodeado de una maraña de sargazos, como también se ve cubierta de
mucha vegetación, desde el buque se observaba una gran cantidad de canales en
diferentes direcciones, hacía pensar que se trataba un laberinto.
Durante
la tarde del primer día llovió un buen poco, los estanques de acopio de agua
rebalsaban del vital líquido, lo diferente a Evangelistas era que acá no había
que probar el agua, esta caía directamente al techo y luego en los estanques,
era agua dulce y limpia y había en abundancia, grata fue mi sorpresa cuando
conocí el interior del lugar que sería mi casa por los 4 meses siguientes, el
ingreso se asemejaba a un castillo medieval, un puente llegaba hasta la puerta
de dos hojas en la entrada de la casa, la que parecía una fortaleza con sus
paredes de piedra canteada y sus ventanas estilo inglés, un pequeño pasillo lo
introducía a un gran patio central, la edificación era rectangular que en su
contorno exterior estaba edificado en una pared de roca de 1 metro de espesor,
interiormente estaba dividido con tabiquería conformando las diferentes
dependencias necesarias para un faro habitado con familias; a la izquierda
comenzando por la entrada, se encontraba la casa del jefe del Faro el Cabo
Soto, estaba compuesta de una habitación grande para dormitorio, otra de
similar dimensión para living-comedor y una cocina también grande con comedor
diario, todo unido interiormente, a continuación venía lo que era la
carpintería, de ahí y siguiendo el contorno, justo al centro había una puerta
que daba acceso al túnel que permitía comunicarnos bajo techo con la torre del
faro, enseguida de esta puerta estaba el pañol de consumos, mas allá y opuesto a
la casa del jefe, estaba la casa del Cabo Pobrete, la que era idéntica a la del
Cabo Soto, luego de esta casa y frente al túnel de entrada, estaba la oficina y
sala de radio, comúnmente el lugar de encuentro de los fareros donde se
planificaban los trabajos o se efectuaban las tareas administrativas del lugar,
al lado había un dormitorio grande unido a otra habitación destinada para
funcionar como cocina comedor y living, estos dos recintos conformaban la casa
del segundo ayudante y que en esa oportunidad ocupamos el Cabo Rivas y el
Marinero González, enseguida y dando la vuelta, venía la sala de maquinas y
pañol de herramientas, un poco más allá y dando la vuelta hacia la entrada, en
la esquina, estaba el baño que era de uso general, luego a continuación venía
un dormitorio para solteros que era usado para cuando llegaban los técnicos a
efectuar mantención a los motores y por último y al lado derecho de la entrada
principal teníamos el pañol de víveres, el patio central siempre tenía luz
natural cuando la había, ya que disponía de un tragaluz, así estaba conformada
la distribución de nuestra fortaleza.
Vista general de la
casa y túnel hacia el faro
Los
primeros días en Félix fueron dedicados a organizarnos, subimos la totalidad de
los víveres, consumos y enseres personales, a la vez el Jefe del faro dispuso
de una reunión para delinear nuestra estadía, rol de guardias, distribución de
cargos, horarios de trabajo, régimen, tareas extras y tenida, todo iba amarrado
de sus obligaciones, este faro no disponía de congeladores así que la mayoría
de la carne era en pié, oveja magallánica, ese lugar era un paraíso para estos
animalitos contaban con gran cantidad de vegetación para su alimentación
natural, pasto, arbustos y árboles, aunque igual contaban con su ración de
pasto seco que nosotros les habíamos llevado, siempre participaba cada vez que
había que sacrificar uno de estos animalitos, también me preocupaba de que nada
de el se perdiera, tal es así que las patas y la cabeza las descueraba y junto
a otros huesos que salieran los ponía a hervir un buen rato hasta que todos los
nervios y restos de carne quedaban muy blandos y con los cuales armaba un queso
que según decía Rivas era para chuparse los dedos, es lo que el comentaba.
Durante
el mes de noviembre llegaron un pescadores a dejarnos de regalo un serení con
un par de remos, la verdad es que estaba muy malo ya que hacía mucha agua, por
lo que era imposible usarlo, luego de analizar que hacer con el decidimos que
podíamos repararlo, en el faro habían los medios para hacerlo, pero lo más
importante era que teníamos ganas de tener una embarcación, por lo tanto los
cuatro nos lanzamos en la tarea de secar, limpiar, raspar pintura, retirar el
falcaseo en mal estado, tabla por tabla fueron recorridos los detalles,
finalizado esto había que volver a dar forma a nuestro botecito, preparamos
todo el cáñamo que teníamos escarmenándolo, con él cubrimos cada una de las
separaciones que había entre las maderas, las que luego eran cubiertas con un
chorro de brea caliente que para este fin habíamos derretido en un tarro, hecho
esto llevamos la pequeña embarcación a la sala de maquinas para que tuviera un
buen secado, repasamos aquellos lugares donde pasaba luz y de ahí vino la parte
final, el pintado interior y exterior, parecía un chiche nuevo, ahí comenzaron
los deseos de probarla, no faltaban las ganas pero aún quedaba un
procedimiento, según los mas entendidos debíamos hundirla para que la madera se
hinchara, una semana la dejamos y realmente había quedado muy buena así que le
fuimos a dar una vuelta a la isla de las tres cruces que estaba frente al
muelle, cuenta la leyenda que aquellas cruces recuerdan el fallecimiento de
tres fareros de Félix, dicen que esta gente fue muerta por indios Alacalufes,
estos habitantes de los canales del Sur llegaron un día de visita en sus
embarcaciones con toda la familia, hombres, mujeres y niños, los dueños de casa
les invitaron a pasar y les convidaron alimentos y bebidas alcohólicas hasta
embriagarles, luego dieron rienda suelta a sus deseos carnales con una de las
mujeres, al día siguiente se marcharon del lugar sin enterarse de lo sucedido,
no pasó mucho tiempo cuando volvieron, pero esta vez venían indignados por lo
sucedido, por lo que decidieron hacer justicia por sus manos y dar muerte a
todos los habitantes del faro que eran cuatro, uno de ellos alcanzó a
refugiarse dentro de la linterna de la torre, en donde no pudieron entrar para
finalizar su venganza, luego de varios días sin que la luz del faro se
encendiese, los navegantes dieron cuenta de esta situación a Punta Arenas,
desde donde enviaron a ver que sucedía en aquel lugar, encontrándose con el
pavoroso episodio de muertos y un sobreviviente muy desquiciado. El trabajo del
bote nos había quedado muy bueno, no se filtraba agua, así que ahora había que
usarlo pero para eso se debía dar algunas pautas, su uso se podía hacer con
buenas condiciones de mar, en lo posible llana, en cada salida había que llevar
salvavidas, sólo se podía usar los fines de semana y con un mínimo de dos
personas abordo, al primer fin de semana Rivas y yo solicitamos la venía para
dar una vuelta en la poza y bordear la costa alrededor de esta, quedamos muy
contentos con este pequeño paseo y más aún al ver que nuestro trabajo había
quedado bien hecho, la próxima salida sería a la isla que estaba frente a
nuestro islote, nos habían contado que había una gran laguna y desde la
balaustrada del faro algo se divisaba, al siguiente fin de semana y gracias a
las buenas condiciones de tiempo zarpamos en nuestra aventura hacia lo
desconocido, bordeamos la costa y llegamos a la desembocadura de un pequeño
riachuelo, amarramos nuestro bote y emprendimos la caminata por entre los
arboles y sin alejarnos del curso de agua, el terreno no estaba fácil y
afortunadamente la laguna no estaba tan lejos de la orilla, serían unos 500 metros hacia el
interior, ahí entre los cerros que estrujaban sus aguas se encontraba una gran
laguna, por supuesto que ameritaba una buena zambullida luego de remar y de la
caminata para esto iba preparado con pantalón de baño, el nadador todo
competidor duró menos que un curao en bicicleta en el agua, ya que a pesar de
los rayos solares que se asomaban a ratos, ésta estaba como recién salida del
refrigerador, luego me di cuenta que cerca del centro había unos trozos de
hielos flotando, era lógico que el agua estuviera muy helada aunque ya pronto
sería verano, luego de observar bien los cerros de los alrededores, pude ver
que estos aún mantenían bastante nieve y hielos eternos, con Rivas caminamos por
la orilla de la laguna un poco y luego decidimos volver ya que no era muy
segura la caminata, regresamos al bote y luego al faro, estas salidas eran muy
relajantes y servían para acortar en algo el aislamiento, los dos fareros que
estaban con familia limitaban sus salidas en bote sólo dentro de la poza para
pasear con los niños o las señoras e igual lo disfrutaban. Tres fueron las
salidas más lejanas en bote, la última fue con ganas de ver que había más allá
de la primera loma de cerro y si se podía caminar sin peligro, nuevamente con
Guillermo concertamos una salida, preparamos un cocaví, agua y buen vestuario y
calzado para caminar, la verdad es que la subida no tenía mucha pendiente, así
que se hizo fácil, algunas veces subíamos y otras había que descender, desde
las alturas se divisaba la gran laguna y otras un poco más pequeñas, nuestro
faro se veía algo lejos, llegamos a la parte más alta de un pequeño cerro, el
agua se nos había acabado así que la botella la utilizamos para dejar un
mensaje junto a unas piedras, miramos la hora y decidimos volver a la casa,
estaba bien por el día de ejercicios.
Con el Cabo Rivas
(Q.E.P.D.) en una de nuestras salidas
La marea
bajaba bastante en algunas ocasiones, aunque se notaba más cuando la fase de la
luna se encontraba en nueva o llena, en esta última era más notorio y se veía
ya que los canalizos que rodeaban los islotes quedaban secos y se podían
visitar por un buen rato, cuando esto ocurría me dedicaba o curiosear y
observar la naturaleza, nuestras ovejas pastaban por estos islotes, miraba en
las entradas de agua pensando en que podía encontrar, fue en una de estas
salidas que logré dar con una alfombra de erizos del tipo comestibles, cuando
volví a la casa le conté a Vicente, el Jefe, y coordinamos para ir al día
siguiente a sacar unos pocos para todos los residentes en el faro, durante la
tarde del otro día me pasaron dos mallas vacías de cebollas para los mariscos,
Rivas me acompañaría, me cambié ropa y me puse un buzo deportivo y zapatillas y
así tal como estaba me metí en el agua, era tirar y abrazarse, escogí los que
quería sacar, eran los más grandes pero había tantos que un rato llené las
mallas. Lo único malo de esa sumergida fue que el agua estaba realmente helada,
por lo que cuando volvimos con Rivas, el se quedó con los otros desconchando mientras
yo solicité a Soto si me podía regalar una botella de grapa para restregarme el
cuerpo y subir la temperatura y la autorización para pegarme una ducha de agua
caliente a la cual acoplaron casi todos, ya entrada la noche nos reunimos en la
casa de Pobrete para disfrutar de los ricas lengüitas de erizos, me serví un
inmenso plato que había preparado la señora Silvia, cebollas, perejil, lenguas y jugo de limón en polvo
(jugos Ponty), Vicente también había preparado un cariñito en su casa, nos hizo
degustar un rico ponche de rizos, muy bueno estaba.
La familia del Cabo 1º
(F.) Carlos Poblete Cruz
Lo que
más llamó mi atención cuando llegué a Félix fue el hecho de ver tanta basura
tirada por ahí, no se como la gente puede convivir con la naturaleza en esas
condiciones, en todo caso, por lo que pude apreciar esta se acumulaba de varios
años, nosotros buscamos un lugar alejado de la casa y de donde podrían llegar
los niños y procedimos a hacer un hoyo en la tierra para utilizarlo de
vertedero, ahí había que llevar diariamente nuestros desechos, lo hicimos de 1 metro de ancho por 2 metros de profundidad,
también le hicimos un buen tablero para usarlo de tapa objeto no permitir el
ingreso de aves de rapiña y que no cayesen nuestras ovejas, con esta primera medida
comenzamos a descontaminar el islote, luego durante algunos días nos dedicamos
a recolectar los desechos esparcidos, era una tarea que iba demandar muchísimo
tiempo, así que dimos prioridad a los lugares más cercanos a la casa, esto con
el objeto de alejar lo más posible las plagas de roedores, por lo que pudimos
ver en nuestra despensa, luego del aseo desaparecieron los bichos.
Siempre
se andaba buscando como acortar la estadía, los días de semana siempre teníamos
algo que hacer, los fines de semana se estaban poniendo algo aburridos, un día
se nos ocurrió que debíamos hacer algo en común con todos los adultos, los
niños eran pequeñitos, las mallas plásticas de cebollas y papas las lavamos y
unimos y con ellas confeccionamos una red que colocamos en el patio techado a
un 1,80 metros
de altura, ideal para jugar voleibol, por suerte una de las familias tenía una
pelota plástica que prestó para nuestro incipiente campeonato, al principio
jugábamos 2 por lado y una pareja saliendo, pero luego con los días decidimos
formar dos equipos, una familia por lado y un soltero para cada equipo, se
jugaba hasta cansarnos, total ese día se encendía el termo y todos tomábamos
una ducha caliente, era el único que podíamos usar el termo, los demás días el
que quería ducharse lo podía hacer pero con agua helada, yo lo hacía porque
vivía haciendo deporte, hacía piques desde la aduana, luego me iba al patio
techado y me ponía a hacer trote estacionario, flexiones de brazo y
abdominales, algunas veces también me ponía a jugar con los niños a las
escondidas, al pillarse, al caballito (yo hacía de caballo) hasta que nos
cansábamos, así que la ducha de agua helada ni la percibía con el cuerpo
caliente, luego en la noche dormía placidamente, que bellos recuerdos.
Compartir
mi tiempo libre con los niños hizo que les tomará mucho cariño, el Cristian
Soto, la Marcelita
y la Pamela Poblete ,
ellos eran muy chiquititos e incansables para jugar, cuando llegó Diciembre me
dediqué a trabajar en la carpintería muy a escondidas de todos, la idea era
prepararles algún engañito a los niños para la navidad, no pensé nunca en ellos
cuando fui notificado para integrar la dotación, en el faro no había mucha
variedad de materiales y las herramientas eran escasas, lo primero que pensé en
hacer fueron unos caballos de madera, pero hubiera tenido que dejar todas las
escobas sin palo, por lo que opté por hacer tres condoritos malabaristas, el
trabajo no demandaba muchos materiales, pero si requería de trabajo meticuloso,
debían quedar perfectos, para navidad los niños los apreciaron muchísimo, creo
que ambas familias también pues lo demostraron en los días siguientes con
muestras de cariño, los solteros; Rivas y yo, nos sentimos más cercanos y
acogidos por las familias.
Junto a los niños
Pamela Poblete y Cristian Soto
El
trabajo profesional de un especialista en Señalización Marítima en un faro
habitado, principalmente es mantener siempre la luz de la señal encendida,
nunca olvidar que los navegantes que surcan los mares, buscan en esas noches de
tormentas esa luz que les ayuda a guiarse y que a través de la radio les brinda
una voz de aliento para seguir hacia la ruta que les llevara por buen camino,
somos gente que estamos atento en todos los medios que se disponen para ir en
ayuda del navegante, este trabajo se complementa con otros conocimientos y
tareas por ejemplo hacer funcionar el motor generador de electricidad todos los
días unas 6 horas, comúnmente se hacía al comenzar la noche así teníamos luz
artificial en las dependencias y podíamos cargar las baterías del faro, los
generadores y las de los equipos de comunicaciones, también estaba la
meteorología, todo farero es observador meteorológico, en Félix se entregaban a
Magallanes Radio y cada 6 horas se difundían al aire tanto en VHF como HF (VHF=
canal 16 y 14; HF= 2182 y 2738 Khz.), muchas veces los navegantes solicitaban que
les preparásemos un estado de tiempo local o preguntaban por otros faros, otra
de las tareas del guardiero era la de efectuar control al tráfico marítimo, que
consistía en obtener el máximo de información de los buques que entraban y
salían del Estrecho de Magallanes, cuya información se evacuaba lo más pronto
posible a Punta Arenas, otra de las labores del farero era la parte doméstica
como son el aseo a los sectores comunes, oficina, sala de maquinas, accesos,
patio, baños, etc., la verdad es que siempre hay algo por hacer en un faro, una
faena de carga o de combustibles, el pintado de algún recinto, importa mucho
que el Jefe mantenga unido a sus ayudantes.
Con Félix antiguo de
fondo
Bahía
Félix y esa zona en general, se caracteriza por la gran cantidad de lluvia que
cae, ese lugar no debiera tener nunca problemas de agua, por cierto que también
había momentos soleados o solamente nublados y que eran muy agradables, eran
estos momentos que aprovechada de salir a caminar por los recovecos del islote
los que llegué a conocer como la palma de mi mano, fue así como cierto día
cuando volvía a la casa y cerca de torre del faro observé unas hojas muy
parecidas en forma a las de frutillas, para mi sorpresa también tenían frutos
pequeños debajo de las hojas, más pequeños pero iguales a las frutillas, al
probarlos ya no quedaban dudas eran estos frutos, los mas viejos luego me
corroboraron que eran frutillas silvestres, el verano se presta para muchas
cosas pero que regalito me trajo.
Enero
del año 1980, este año tenía que volver a la escuela de Abastecimiento y
Servicios de la Armada ,
para especializarme como técnico en Faros, la ansiedad me empezó a consumir, si
no salía pronto no podría hacer mis vacaciones anuales, busqué en que
entretener mi mente, a las actividades físicas agregué la lectura, el traslado
de la carga a la aduana, arreglé mi equipaje, en el traslado de carga
participábamos los cuatro, ya teníamos el nombre de nuestro relevo, Rivas y yo,
nos reemplazaría el Cabo 1º (F.) Luis González Donoso, señora e hijos, el
tiempo se pasó muy rápido cuando ya estábamos a fines del mes de Enero, el
Lientur zarpó el 31 pero no apareció hasta el día 2 de Febrero, el día anterior
había hecho el relevo de Evangelistas ya que ellos tenían buen tiempo, suerte
para todos los que salíamos y los que llegaban a la roca, no lo fue tanto para
los que llegaban a Félix ya que tuvieron que aporrearse con las olas oceánicas,
los Cabos Soto y Pobrete se mantenían en el faro hasta Octubre de ese año, los
faros con familia contemplan aislamientos de un año, luego de la faena de
reaprovisionamiento zarpamos a Punta Arenas, la navegación transcurrió en calma
y el viaje fue directo a la ciudad, en la tarde del día siguiente llegamos a
puerto, entregué toda la documentación que llevaba y me dispuse a preparar lo
que faltaba de mi equipaje y a seleccionar lo que podía llevar por mano en el
avión, ya no tendría vacaciones, algunas cosas las dejé en mis baúles en Punta
Arenas, mi apoderado reencargaría de enviarlas en uno de los buques de la Armada que viaje a
Valparaíso con la carga de los trasbordados.
Faro Bahía Félix
actualmente
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