Ingreso a la
Armada de Chile
Dedicatoria:
En
recuerdo a mi madre querida, a Antonio Salgado Pardo y su familia, mis
hermanos, tíos, primos, sobrinos y la alegre abuela Tila.
“INGRESO A LA
ARMADA DE CHILE”
Autor:
Gustavo González Cortés
Lo logré, llegué hasta el final, y
pensar que este día se veía muy lejano otros llegaban y yo ¿porqué no?, trabajé
muy duro y a conciencia, quien diría que ese joven medio raquítico que parecía
que en un día de estos se lo llevaría el viento, que por más de alguna
necesidad pasó en sus pocos años de vida, quien además no poseía mucha base
académica, pero que sí tenía muchísimas ganas de aprender de la vida y a
recibir las enseñanzas que el diario vivir le iba entregando, todo lo que
sirviera y fuera útil para reforzar su formación de persona lo recibía y lo
hacía propio, muchas veces se moldeaban a su forma de ser, se modificaban y
adaptaban a las propias necesidades, todo aquello que realmente fuera útil lo
compartía con aquellos que le rodeaban, fueran estos personas jóvenes como uno
o de más bagaje, no se como llamar a lo que me
ha pasado durante estos 35 años y 3 meses de haber pertenecido a la Armada de Chile, digamos
que es el destino, destino que llevó a ese joven flacuchento, muy enfermizo, de
1,69 metros
de estatura y 56 kilos de peso, de escasos recursos, con hambre y con ansias de
saber más del mundo a ingresar a la marina, y por esas cosas de la vida, al
mismo lugar donde le toca actuar en su último año como Suboficial Mayor, me
refiero al recinto de la antigua Escuela Naval, esa construcción añosa que se
mantiene erguida en el cerro Playa Ancha.
Luego de haber
pasado los primeros exámenes de admisión a la Armada de Chile efectuados en Santiago junto a mi
amigo y vecino Antonio Salgado Pardo, él lamentablemente no fue seleccionado,
llegué a Valparaíso para rendir los chequeos correspondientes a los médicos
especialistas, aunque en esa época nos dijeron que viniéramos preparados para
ser acuartelados de inmediato, por mi parte me despedí sólo de mi hermano mayor
y su familia ya que mi mamá y hermanos se encontraban veraneando en Chillán,
para ser más exacto en Trehualemu, como no tenía familiares en el puerto me
enviaron a alojar en la
Escuela de Abastecimiento y Submarinos, éramos bastantes,
recuerdo que para tal efecto disponíamos de colchones uno al lado del otro y
una frazada para abrigarnos, ese día y los siguientes días de enero de 1975
tuve que aprender a dormir con lo puesto, mi vestuario no era mucho que
digamos, así que esas noches que tuve que alojar en ese anticuado recinto pasé
mucho frío, Santiago era muy caluroso en esa
época pero el puerto tenía otro clima más húmedo y frío, por suerte fui
notificado que había pasado los exámenes y había quedado aceptado en la Armada como alumno en la Escuela de Grumetes, así
que debía prepararme para que desde ese momento ser acuartelado y ser
trasladado al puerto de Talcahuano en un buque de la Armada , esos días de espera
no fueron muy gratos ya que el alojamiento era muy incómodo y la nula
disponibilidad de dinero para gastos extras no existía, así que me aguantaba con
lo que se me daba en la
Escuela de Abastecimiento, ya para el día Miércoles de esa
semana se nos notificó de nuestro traslado en la barcaza Toro ese fin de semana,
por lo que la gente seleccionada de la zona debía presentarse el día Viernes
para comenzar el traslado general, los santiaguinos estábamos preparados para
cumplir cuando se dispusiera, lo que se concretó en la tarde de ese día,
zarpamos a eso de las 22:00 horas, en esta oportunidad sólo habían colchones
para reposar los huesos, así que había que abrigarse con lo que se tenía a
mano, el chaleco y la toalla sirvieron para salvar la situación, además que no
se podía salir a cubierta ya que estaba prohibido y el buque se movía mucho, en
todo caso a eso de las 08:00 horas informaron que había colación para todos los
que éramos trasladados, salí a cubierta a tomar aire, afortunadamente la
navegación era relativamente calma a pesar de que íbamos en una barcaza,
algunos igual se marearon, pero fueron los menos, la colación consistía en un
tazón con leche y un sándwich que aunque no quitó el hambre, en algo alivio el
apetito, de ahí había que volver a la bodega de la barcaza donde debíamos pasar
la mayor parte del tiempo hasta nuestra llegada, como al mediodía entramos a la
bahía de Concepción y lo primero que divisamos fue nuestro futuro hogar por los
próximos meses, la isla Quiriquina, no nos dimos ni cuenta cuando unas pequeñas
embarcaciones se acercaron a la barcaza para trasladarnos a tierra, eran el
Meteoro y el Grumete Pérez, en un abrir y cerrar de ojos estábamos
desembarcando en el muelle Sur, ahí comenzamos a saber de los instructores
quienes con mano firme nos fueron formando para llevarnos al lugar donde se
encontraba la escuela, la caminata iba muy bien hasta que se nos ordenó
comenzar a caminar agachado, “viejitos comenzar” y hasta el patio principal del
recinto, las piernas ya no daban sobre todo para aquellos que llevaban maleta
grande, menos mal que yo como no tenía mucho era poco lo que llevaba, ahí me
favoreció ser pobre, los instructores parecían un enjambre a nuestro alrededor
gritándonos y ofreciéndonos el infierno si llegabamos a pararnos de cansancio,
dolor o cualquier otro motivo, el trayecto había que hacerlo a como diera
lugar, se escuchaban muchas quejas y más de alguna lagrima quedó derramada en
el camino, en nuestro paso había algunas casas que luego supe eran las que
habitaban nuestros instructores y sus familias, esa gente, señoras y niños, observaban
nuestro pasar sin decir nada, para mis adentros emitía mis primeras impresiones
que no eran de las mas alentadoras, la verdad es que no sabía que era lo que
iba a suceder en esos primeros días, me adaptaría o no, para suerte mía, los
últimos cuatro años mi salud se había afirmado y mi estado físico iba en franco
avance, así lo que se viniera no debiera ser tan terrible.
Llegamos al patio de formación, un
instructor gritón se paró al frente, el sargento Díaz de la segunda división,
comenzó a ordenarnos junto a otros instructores, nos nombraban y a medida que
esto sucedía se nos indicaba la división y el curso a la cual pertenecíamos,
esto duró toda la tarde, hasta que lograron ubicarnos a todos, incluso aquellos
que no figuraban en los listados, ahí conocimos a quienes serían nuestros
instructores divisionales durante el resto del año, quienes nos forjarían el
temple, me tocó pertenecer a la Tercera
División , que estaba distribuida en cuatro cursos igual que
todas las divisiones, a cargo de un oficial y un Suboficial, el Teniente 2º OM
Sr. Juan Vera Villar y un Suboficial del cual no recuerdo su nombre, los cursos
tenían un instructor de cargo y distribuidos de más antiguo a más mote, el
curso Ancla lo tenía el Sargento 2º (Art.) Mellado, a cargo del curso Bote
estaba el Sargento 2º (IM) Juan Reyes (el cosaco Reyes), luego a cargo del
curso Cepo el Sargento 2º (Art.) Aravena (el negro aravena) y por último estaba
el Cabo 1º (Tp.Os.) Aros a cargo del curso Daga, ese día los más pelucones
cayeron en las manos del peluquero que los dejó con los sesos a la vista,
apenas se asomaba un pequeño moño sobre sus nobles calvas. Nuestros
instructores nos llevaron a lo que sería el futuro alojamiento y que de ahí en
adelante llamaríamos el entrepuente de
la tercera, en el cual había cuatro corridas de camarotes, una para cada
curso, se nos distribuyó nuestra cama y ropero, guardamos nuestras cosas e
hicimos nuestras camas, también nos esperaba un overol de mezclilla que los
instructores los entregaban a la medida, o sea a medida que íbamos pasando,
ellos estimaban la estatura y nos entregaban este implemento que en los
próximos días sería nuestra prenda obligada, ese día logramos por fin comer
algo en la tarde y antes de ir a acostarnos se nos dio una colación, a las 9 de
la tarde se nos obligó a acostarnos ya que se nos había ofrecido un tour a la
playa al día siguiente, en adelante ese sería el horario de ir a dormir, el
clima era muy adecuado como para disfrutarlo, esa noche dormí como lirón hasta
que a las 05:30 horas se nos comenzó a levantar, el ruido se escuchaba por
todos lados, el pito de arbitro del instructor se escuchaba encima de nuestra
cabezas, tres minutos para estar formados en el pasillo con la toalla a la
cintura, van dos gritaban los instructores y recién había algunos que estaban
estirándose, la orden había que obedecerla rápidamente porque de lo contrario venía
algún castigo, van dos y medio minutos gritaban nuevamente, aunque recién había
pasado uno, a estas alturas sólo quedaban algunos que corrían a meterse a la
fila, al grito de tres más de algún puntapié volaba e iba a parar a un trasero,
todas las divisiones se dirigían hacia la playa, que a esa hora de la mañana
estaba totalmente vacía, los reclutas nos formábamos en dos filas paralelas a
la playa, hacía frío, toallas al piso gritaba el instructor, instrucciones, los
primeros en ir al agua deben correr gritando, tirarse un piquero y salir, ¿entendido?,
si mi instructor, gritábamos todos, primera escuadra al agua carrera mar, aaaaaaaaaaaah,
se escuchaba el grito para sacarse el frió del agua a esas horas de la mañana,
todos nos tirábamos al agua, cuando ya venían los primeros el instructor
gritaba segunda escuadra al agua carrera mar, aaaaaaaaaaaah, otro grito se escuchaba,
los que venían saliendo del agua media vuelta carrera mar se escuchaba otro
grito, y al agua de nuevo, increíblemente el frío era atroz, sobre todo para
aquellos que poco y nada conocíamos del mar, mi cuerpo se iba curtiendo cada
día más y se endurecía, había días que el chapuzón era un poco más prolongado,
todo dependía de cómo estuviera el clima, lamentablemente era verano, por
suerte las ida a la playa sin traje de baños duró pocos días ya que pronto nos
entregaron nuestro equipo de recluta, un buzo de mezclilla, ropa interior,
botas, calcetines, poleras, pijama y una bolsa de equipo, pasábamos haciendo
ejercicio, que al suelo, que trote, que no mueva los ojos, que no se ría, que
levante la cabeza, pague 30, viejitos comenzar, los instructores parecía que no
descansaban. El régimen diario consistía en baño de mar, ducha de agua helada,
agua de pato, desayuno, formación para instrucción y parte, de ahí nos
dirigíamos a diferentes lados de los alrededores de la escuela para efectuar
adoctrinamiento militar, cada curso con su instructor, a las 10 de la mañana
colación, de ahí formación y a continuar con el adoctrinamiento, todos los
desplazamientos se hacían al trote y en todas las formaciones de la primera
semana se preguntaba si alguien deseaba retirarse, siempre había alguno que ya
no aguantaba más, al mediodía venía un rato de relajo más amplio ya que
pasábamos a rancho hasta la nueva formación de la tarde que era la continuación
de lo de la mañana más todo lo que se le pudiera ocurrir al instructor, en
algún momento de la tarde nos juntaban a todos los cursos y se nos hacía
practicar como división, la idea era coordinar los movimientos a la voz de
mando, aquí debíamos repetir muchas veces, también se nos hacía mucho
ejercicio, si salía algo malo y dependiendo de donde estuviéramos se nos
gritaba, a Rondizoni carrera maaaar, a la capilla carrera maaaar o al bosque
carrera maaaar, nos volvían a formar y seguíamos con la practica, algunas veces
llegaba nuestro oficial de división a observar nuestro avance, a eso de las 5
de la tarde, nos daban un tazón de té con un pan, ahí parábamos un poco de
ejercitar, debíamos lavar nuestra ropa, hacer aseo a nuestro entrepuente y
alrededores, limpieza de sectores asignados, hacíamos la hora para pasar a
rancho a las 19:30 horas, luego venía canto divisional, competencias de canto,
había que aprender un sinfín de canciones y marchas militares y navales lo mas acordes posible y a todo pulmón,
ninguno de nosotros podía hacer desorden en la fila porque si no éramos castigados
como grupo, plantón a la división o al curso, también hacía competencias de
movimientos militares, la división que mejor lo hacía se iba a acostar más
temprano, los que lo hacían más mal se quedaban castigados practicando, al
final se iban a acostar tarde y todos transpirados, nuestra euforia por haber
ganado a veces nos jugaba en contra con los instructores ya que mientras nos
acostábamos no dejábamos de hablar, incluso cuando se apagaban las luces y sólo
quedaba la luz de policía, que era la señal de guardar silencio, ahí aparecía
nuestro instructor de servicio que nos advertía guardar silencio, no faltaba el
que no obedecía y por culpa de esos se nos levantaba con botas y pijama al
principio y luego con colchón y ropa de cama a trotar a la cancha de fútbol,
específicamente a la pista de ceniza, llegábamos muy transpirados y a tratar de
dormir, a esas alturas ya se nos había quitado el sueño, en todo caso era parte
del adoctrinamiento militar de la época y algunas cosas más que son difíciles
de comentar pero que forjaron nuestro temple para seguir las reglas, algunos de
nosotros salieron más estrictos que otros, otros simplemente dimos vuelta la
página sacamos lo que nos podía servir para la vida y a seguir luchando, las
formaciones, los trotes, los aprendizajes continuaban día a día, la meta era
pasar la revista de reclutas, la entrega de armas y de ahí se nos relajaba un
poco la vida con una salida a la casa, antes de semana santa pasamos la revista
de reclutas y nos ganamos una salida, me dieron un pasaje en tren ida y regreso
a Santiago, ahora ya me podía identificar como el Grumete González, llegué a la
casa a regalonear, la mamá se veía muy contenta de verme de marino, salía para
todos lados de uniforme, toda la familia quería sacarse fotografías con el
popeye, incluso los vecinos y vecinas, me dejaba querer, era algo muy
agradable, se sentía bien ser tan querido, el Domingo debía retornar a
Talcahuano y restituirme a la
Escuela de Grumetes, ahora se venía estudiar para el futuro, lo
mejor de todo es que se acabó el baño de mar en la mañana, ahora sólo había que
combinar la disciplina militar con la mental, ambos frentes debían ser
atendidos con igual atención, al principio para acomodarme al nuevo estilo de
vida que estaba adoptando y lograr llegar a fin de año y graduarme de flamante
Marinero de la Armada
de Chile, esa era mi primera meta, en el camino fui entendiendo que el hecho de
ser disciplinado tenía muchas cosas a favor, por tener esa actitud se me
designada como brigadier de curso al principio y luego de la división, también
traté de destacar en lo deportivo, algo traía de la vida civil, así que
participaba por la división en las competencias de atletismo, la mitad de año
llegó entre actividades deportivas, desfiles (21 de Mayo, aniversario de la
escuela, Etc.), estudio, pruebas, actividades extra programáticas, círculo de
música clásica, llegaron las vacaciones de invierno, una semanita para la casa
a disfrutar con la familia de nuevo, a tomar nuevos aires y fuerzas para seguir
los próximos meses, la pasé súper bien paseando por todos lados y tirando pinta,
había que dejarse querer, fui a ver a mi tía de Barrancas en Santiago, hoy
Pudahuel, mi hermano mayor, Jorge y su familia que vivían en aquellos años en
Tannembaun, San Miguel, compartí con mis amigos y algunas fiestas con mis
hermanos, todo era alegría, lo bueno de todo esto es que recargué las pilas
para continuar los próximos meses con más ganas, las despedidas siempre son
con algunos lagrimones pero que dejan ese saber dulzón al final de haberlo
pasado muy bien y sobre todo con mi madre, familia y amigos.
Volví a la isla Quiriquina para
retomar lo que llevaba andado, uno que otro de mis compañeros llegó con ganas
de haberse quedado en la casa pero con el correr de los días fue pasando, todos
nos contábamos las cosas que nos habían pasado en estas cortas vacaciones,
otros llegaron pololeando, incluso hubo alguno que no pudo viajar por la
lejanía de la casa, Punta Arenas, Arica e Iquique y quizás que otro lugar. El
primer semestre había quedado atrás y ahora venía la etapa final de este año
1975, en Talcahuano y Concepción no conocía a nadie así que los primeros meses
casi no salí, a que decía yo, a dar vueltas, bueno alguna vez lo hice para
conocer algo de Talcahuano, en las vacaciones de invierno aproveché de
conseguirme la dirección del Guillermo Feliú con su abuelita cerca de mi casa,
un amigo de la infancia, el se había ido a vivir con la Jovita que supongo era su
madre y vivía en Chiguayante, así en una de las primeras salidas le fui a dar
una vuelta a su casa hasta encontrarlo, lo visité como 3 veces ya que me servia
para distraerme un poco del régimen militar de la escuela, dentro de lo que se
podía me recibían cariñosamente, salíamos a ver partidos de fútbol o a caminar
por los alrededores. El año seguía avanzando, desfiles, estudio, actividades
extra programáticas, boga, velerismo, salidas a mariscar los fines de semana,
actividades físicas trotes hasta el faro habitado, periodos de embarco, estudio,
la mayor parte del tiempo me quedaba voluntario abordo y traté de que mi
comportamiento fuera intachable, por lo mismo creo que los instructores a
medida que avanzaba el año me fueron dando más responsabilidades, muchas veces
quedaba de brigadier de la división, foto
1, para un Grumete una gran responsabilidad y una gran envidia por parte de
aquellos que creían que podían hacerlo mejor, fin de año se vino de repente, en
la división competíamos tres grumetes por ser los mejores, estaba mi padrino de
confirmación Jaime Lizama Cabello de mi curso, Heraldo Hurtado del curso cepo y
yo, como aún seguía siendo el flacuchento que ingreso a la marina, mi
musculatura de los brazos no creció mucho, así que cuando tuvimos que competir
en fuerza de barras me quedé en tercer lugar aunque igual fue muy poca la
diferencia de notas entre los tres, en lo personal con mi nota de egresado de la Escuela de Grumetes logré
el lugar número 55 entre 884 alumnos con la nota de 6, 092, por lo tanto para
sorpresa mía y alegría de toda mi familia conformé el grupo de 75 grumetes que
el año 1976 se embarcaba en el viaje de instrucción del Buque Escuela
Esmeralda, lo mejor de todo era que continuábamos al mando del director de la
escuela y de uno de los oficiales de división, el primero era el Capitán de
Navío Don John Martins Reynolds y el segundo el Teniente 2º Sr. Alex Wagorn
Jarpa de la segunda división, Diciembre se venía con todo, graduaciones en el
estadio El Morro de Talcahuano, preparación del desfile final fiesta de fin de
año con acompañantes, para el que podía y diversas actividades paralelas, en mi
caso nadie me acompañó en ninguno de los eventos, la situación económica en la
casa no era buena para andar dilapidando el dinero y venir a la graduación y la
verdad es que tampoco quise contarles, y en cuanto a la fiesta, difícilmente
hubiese podido encontrar una acompañante, para aquellos años aún era muy
tímido, así que solo y con hartas fuerzas se vivieron estas actividades, total
después venían tres semanas de vacaciones para disfrutar al máximo en Santiago
con la familia, y es lo que hice, la gran mayoría del contingente luego de las
vacaciones se debía presentar en las escuelas de especialidades de Valparaíso,
Viña del Mar y los que habían elegido maniobras tenían que retornar a la Escuela de Grumetes, en mi
caso debía volver a la isla hasta que la Esmeralda estuviera en condiciones de recibirnos,
por esos días estaba programado su ingreso al dique seco. Los primeros días de
Enero del año 1976 fuimos recibidos en el buque que nos albergaría todo ese
año, ahora comenzaba a vivir mi futuro en la Armada de Chile como personal contratado.
Como brigadier en periodo de
embarco
En competencias de atletismo por la división
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