viernes, 24 de febrero de 2017

El primer faro de un marinero






ISLOTES EVANGELISTAS


“EL PRIMER FARO DE UN MARINERO”










Dedicatoria:


Para mi querida madre que me enseño a ser una persona de bien en la vida.

A Nancy, mi mujer, mi compañera para toda la vida.

          














ISLOTES EVANGELISTAS
EL PRIMER FARO DE UN MARINERO


Autor: SOM (F.) Sr. Gustavo González Cortés




            Corría el año 1978, en la madrugada del lunes 24 al martes 25 de septiembre, cuatro jóvenes se embarcan abordo del Patrullero de la Armada de Chile “Lientur”, para conformar la dotación del faro Islotes Evangelistas (la roca) por el periodo septiembre – enero, son seleccionados dos Cabos 2º especialistas en Faro y dos Marineros 2º afectos a dicha especialidad, (Blas Cortés García, Juan Retamales Placencía, Gustavo González Cortés y Luis Vergara Galleguillos), zarpan desde el Puerto de Punta Arenas con rumbo directo a la boca Occidental del Estrecho de Magallanes, meteorología y el mismo faro han confirmado que se están dando las condiciones de tiempo y mar para llegar a la roca en la madrugada del día 26, durante la navegación se van recibiendo reportes cada 3 horas de los cambios climáticos en la zona, a la amanecida ya se perfila la figura del promontorio, a eso de las 10:00 horas, el Comandante evalúa que la dirección del viento y de la ola no son las propicias para dar comienzo a la faena y bajar las chalupas a remo, esperamos en el área por mejores condiciones de tiempo, la espera no da resultados por lo que se ha decidido fondear en un lugar seguro para el buque y su personal, siendo el puerto de 40 días el lugar elegido, luego de 10 días desde nuestro zarpe, el miércoles 04 de octubre se dan las condiciones, el tiempo abre una ventana y nos deja comenzar con la faena de reaprovisionamiento.



Llegada al fondeadero en Evangelistas a bordo del Patrullero Lientur


            Al recalar al fondeadero y comenzar a desplazarnos al desembarcadero, y en  donde para poder llegar a tierra firme, en este caso roca firme, había que escalar por una red de desembarco y una escala tipo gato, todo esto ubicado en el lugar más seguro y protegido de la gran roca y que igual es golpeado muy fuerte por la ola, aunque menos que en el resto del islote, se puede divisar desde el mar a media altura, una caverna que llama la atención del observador, durante los siguientes días en los ratos de conversación y lectura, pudimos deducir que este fue el lugar que cuenta la historia, donde se albergaron aquellos hombres que desembarcaran por primera vez en la época de construcción de este gran monumento al esfuerzo, esta parte del peñón se encuentra protegido del temido viento Norte, siguiendo la línea de la costa y a unos 500 metros del desembarcadero, se pueden divisar aún los cáncamos y restos de cadenas de lo que fue el primer lugar elegido para el embarco y desembarco de la carga y los pasajeros, además los Cabos contaban que ahí perdió la vida un 13 de agosto de 1967, el Marinero especialista en Faro, Pedro Núñez Lagos (Q.E.P.D.), quien en una maniobra arriesgada por el sector resbaló y cayó a ese mar gélido, siendo arrastrado por la corriente normal que hay en sectores con roquerios, no siendo encontrado su cuerpo jamás, hoy permanece su recuerdo con nosotros y dentro del recinto una foto de él  recuerda aquel fatídico accidente, siendo a la vez motivo para no intentar una osadía como esa, en 1978 el lugar tenía residentes habituales, ya que era ocupado por una colonia de lobos comunes y de dos pelos, motivo por el cual muy pocos se acercaban al lugar, esto con el fin de no alterar el hábitat de estos animales. Ya desplazándose sobre la isla, se puede observar lo peligrosa que esta puede ser, debido a que en todo su contorno encontramos acantilados desde 10 a 60 metros de altura, y en todos lados el mar azota al islote, la erosión va dejando sus huellas claramente en las paredes rocosas con grietas, forados y viseras, transformándolo en un lugar muy inhóspito.

            Como buen Marinero joven y ávido de adquirir conocimientos, quedé sorprendido al recibir la noticia que la dotación saliente nos había dejado comida hecha y pan amasado, igual nosotros habíamos tenido la precaución de solicitar y llevar pan de a bordo del Patrullero, desde el momento que tocamos tierra; hipotéticamente, no paramos de trabajar subiendo carga a la bodega de almacenaje, aduana, a unos 50 metros en subida  y resbaloso, la gente de la dotación saliente cumplían funciones de manejar el winche, dirigir la maniobra y otros cooperaban al traslado de enseres, ellos eran 5, lo mismo hacía la gente que había enviado el buque, en total habíamos como 15 personas para todos los trabajos que se iban dando, 20 tambores de petróleo, 70 balones de gas de 45 kilos, cajas con víveres, sacos de papas, cebollas y harina cruda, las ovejas, cajones con consumos, repuestos y enseres personales, etc., todo llegaba en chalupones a remo, había tanto trabajo por hacer que igual aunque era bastante gente, no logramos sacar toda la carga de marea, algunos decían que a mitad de camino la carga iba a estar bien, ya estaba cayendo la noche cuando el buque terminó la faena y rápidamente retiró a su gente y a la dotación saliente, nos despedimos de ellos sin darnos cuenta, el Comandante del patrullero había informado que se acercaba mal tiempo al área, quedamos solos, los cuatro comenzamos a trabajar duramente para subir lo más posible la carga que había quedado en el camino a la aduana, una veintena de balones de gas, tambores con petróleo, subir la red de desembarco, retirar las bozas de amarre y dejar el burro y el winche trincado, subimos gran parte de la carga e hicimos casi todas las tareas pendientes, pero unos 10 balones de gas tuvimos que protegerlos en las salientes naturales de la roca, era muy peligroso seguir trabajando sin luz, sobre ellos colocamos la red de desembarco para mayor seguridad, atamos todo lo que pudimos e hicimos firme, la noche había caído muy obscura y era necesario verificar lo último y recogerse a la casa, cansados y adoloridos de todos los músculos, los víveres quedaron bajo techo, los perecibles: papas, cebollas, zanahorias y fruta, todo bien ordenado, las cajas con enseres personales fueron abiertas objeto llevar algunas prendas para pasar la noche, llegando a la casa volvimos a recordar que no era necesario hacer cena, sólo calentarla. A pesar del cansancio, ese día había que tomar el turno de 24 horas de guardia, comenzó el Cabo Retamales (Juanito), esa noche se desató el temporal, durante la mañana del día siguiente cuando hubo un claro, nos desplazamos a ver la carga que no habíamos logrado subir, el mar casi había llegado hasta el winche, la carga estaba toda suelta y faltaban 5 balones de gas, el oleaje soltó nuestras amarras, de los balones ni rastro, rápidamente y en un rato recuperamos lo que quedaba y lo pusimos con el resto de la carga detrás de la aduana junto con la red de desembarco, volvimos a la casa a protegernos y cambiarnos de ropa, habíamos quedado totalmente empapados con la lluvia, el frío penetraba nuestro cuerpo.


En un día de descanso y buen tiempo


Llevábamos como tres días en el lugar y ya no nos quedaba pan, el Jefe del faro, el Cabo Cortés (Blás), me llama e indica que preste atención ya que él va a confeccionar pan y la próxima vez tendría que hacerlo yo, al parecer la levadura estaba en mal estado o fue muy poca, la cosa es que el resultado de ese amasijo resultó en tejos para jugar a la rayuela, salió un pan tan duro que en esa ocasión hubo que experimentar de nuevo y ahí sí que resultó, así que Blás, no fuiste muy buen profesor amasando, se que con los años te perfeccionaste y lograste el pan hiper blando, por lo tanto tema superado, sí debo reconocer que eras un excelente músico y cantante, por supuesto, ya que la guitarra la hacías hablar, se que me querías enseñar y no recuerdo cuantas veces intenté sacar algunas notas con tu supervisión, pero bien sabes que nunca pude, sólo logré ser buena compañía para el canto en esos días de descanso. También en esos días se produjo la primera reunión general formal, esta tenía el fin de delinear nuestro funcionamiento durante los cuatro meses que duraba la comisión, para lo cual indicó el régimen diario a seguir, la programación de tareas, detalló la distribución de los cargos que debíamos asumir, la asignación de camarotes o dormitorios y el orden de las guardias, esto último, en la primera semana cubríamos de a dos por guardia, un Cabo y un Marinero, esto con el fin de que los más jóvenes aprendiéramos y pudiésemos compenetrarnos rápidamente en las tareas que este puesto desarrollaba, durante el día se nos instruía a cada momento, luego por la noche debíamos mostrar nuestro trabajo antes de despacharlo a Punta Arenas a través de la radio, en algunas ocasiones también recibíamos algún tipo de información desde Punta Arenas, por lo que las primeras veces despertábamos a nuestro asesor para mostrárselas, y que con el correr de los días, evaluábamos si revestía urgencia o no, por lo tanto podíamos mostrar e informar a la mañana siguiente, los únicos medios de comunicación de larga distancia que había en el faro en aquellos días, eran los equipos de radio a tubos Thompson, y los un poco más modernos transistorizados Lagier, pasada la primera semana, pudimos funcionar en forma independiente y sólo si teníamos dudas en la noche despertábamos a uno de los Cabos, recuerdo que durante las tardes y hasta cierta hora de la amanecida, las comunicaciones se complicaban por los ruidos atmosféricos, en especial cuando el faro era azotado con los grandes temporales de viento, mar y lluvia, característico de Evangelistas, en la radio sólo se escuchaba el murmullo o nada del operador que transmitía desde Punta Arenas, tratábamos de depurar la señal con el sintonizador fino, pero no lográbamos escuchar la voz de este, ahí era cuando había que aplicar lo aprendido en las clases de comunicaciones, para mi fortuna mi paso de un semestre por la Escuela de Operaciones sirvió de mucho, ya que el nivel de telegrafía aún era bueno, en ese momento dejaba de lado el micrófono y conectaba el manipulador telegráfico logrando la comunicación con la Marítima Magallanes, hoy Magallanes Radio, se evacuaban los mensajes y el informe meteorológico y si había información que recibir también se hacía (paripa = listo a recibir), también quiero mencionar algo menor pero que era muy importante y que debía realizar el que estaba de guardia, me refiero al agua de bebida, cada vez que llovía sin viento, cuando salía este se levantaba espuma del mar y se salaba el techo, teníamos que subir rápidamente a la azotea de la casa, que fue construido de una loza de cemento reforzado con rieles de tren, tapar las caídas de agua o imbornales, acumular un poco de agua y con esta lavarlo para sacar la salinidad acumulada de días anteriores, botar esta agua y de ahí distribuir el líquido con mangueras a los estanques de agua dulce hasta que se llenaran o hasta que comenzaba a salir viento de nuevo. Los grandes temporales de Evangelistas, también causaban temor en aquellos Marineros primerizos, ya que en el silencio y la soledad de la noche, se podía escuchar el romper de las olas en la grieta que recorría la casa de extremo a extremo justo debajo de ella, incluso a veces era tan grande el golpe que llegaba a remecer la roca, también recuerdo que los vidrios de la antigua linterna y de las ventanas de la casa eran de casi un centímetro de espesor, la mayoría estaban trizados por los golpes que provocaban las pequeñas piedras que eran arrastradas por el viento encolerizado, que las lanzaba contra la edificación como verdaderos proyectiles, dentro de las recomendaciones que se reciben para vivir en Evangelistas, esta el no salir fuera del recinto cuando hay mal tiempo, objeto no exponerse a sufrir algún accidente y si es muy necesario salir a la sala de combustibles, hacerlo bien cubierto y acompañado, objeto tener apoyo si es necesario.


Equipos de comunicación Thompson y Lagier de la época


            Dentro de las tareas más relevantes que llevábamos estaban: arreglo de la vía por donde se desplazaba el carro de transporte de carga, en ciertos sectores se nos descarrilaba el carrito, casi todo era porque la vía estaba suelta y había que buscar la forma de dejar firme los rieles, lo cual se hizo dentro de los primeros días; se arregló la pesebrera de Coihueco, a la que hacía pocos días, antes de nuestra llegada, un temporal de viento había volado su techo, también hubo que prestar atención rápida ya que era el lugar donde debíamos guardar las ovejas, junto a ella se encontraba el corral, hecho con paredes de roca que se encontraba algo deteriorado, pero que cumplía con la función que requeríamos; confección de chinguillos para izado de carga; mantención de winches manuales y el de combustión interna; mantención de los motores generadores; instrucción de meteorología; cocina; panadería; comunicaciones;  y manipulación de generadores, los dos Cabos se turnaban en la conducción y adiestramiento de los Marineros, ambos en su afán de entregarnos sus conocimientos, dejaban que empleáramos iniciativa, aún cuando nos equivocáramos, recuerdo que mi debut en la cocina fue todo un fiasco, ya que y dándomelas de ser autosuficiente y sin preguntar a los Cabos, me arriesgué a cocinar una cazuela de ave, a la cual le agregué pollo, papas, un poco de arroz, sal y harta agua, luego que la serví todos se quedaron esperando el plato fuerte, pensando que lo que les había servido era sopa, lamentablemente no quedaba más y hubo que improvisar un relleno a los estómagos con unos sándwiches y un buen café. En aquellos años Evangelistas no contaba con congeladora, así que la carne se llevaba en pié y sólo animales ovinos, ovejas magallánicas,  bueno aquí otra de las tareas que había que desempeñar, los Cabos debían enseñarnos a sacrificar a estos animalitos, lo que se hacía cada 2 semanas aproximadamente, ese día se comía carne fresca, lo que no se ocupaba se salaba y se guardaba colgada para que no se echara a perder, en este proceso debíamos botar las vísceras en resguardo de la salud del personal, eso sí aprovechábamos el cuero, el que se curtía y escarmenaba para utilizarlos de bajada de cama o para colocar sobre esta.



Una vista de la casa y torre del faro desde el Oeste


            La torre del faro comúnmente permanecía húmeda, aún cuando se dejaban ver los rayos solares era muy cálida pero no suficiente para secarla, esta humedad provenía de las aguas que se deslizaban a través de los vidrios trizados o sueltos por las fuertes vibraciones y goteaba por las orillas salientes, diariamente había que secar el sector y sacarle el agua a los recipientes que se colocaban para recolectar el líquido que corría por su interior, los vidrios más expuestos al lado Norte, presentaban más deterioros, los que estaban trizados, se los parchaba con resina, y los que presentaban forados se le colocaban dos golillas grandes improvisadas de lata de tambor, una por dentro y otra por fuera con un perno atravesado afirmándolas para preservar el vidrio lo más posible, teníamos repuestos, pero había que esperar buen tiempo para trabajar en la estructura, la base de la torre fue construida con cemento, roca y fierro con una escala combinada, peldaños de cemento y baranda de metal, sobre esta iba emplazada la torre de fierro fundido los marcos para los vidrios en bronce, y coronada por una cúpula o domo de cobre de 5 milímetros de espesor que en su parte más alta sostenía una veleta, característico en los faros de esa época, cada perno, tornillo o pletina que debía permanecer expuesto a la humedad era de bronce, lo que permitía su remoción sin inconvenientes.

            La habitabilidad estaba constituida por tres dormitorios o camarotes, todos distribuidos por el Jefe del Faro, uno para el Jefe, el otro para el primer ayudante, el último y más grande era para tres personas, bastante amplio para el segundo y tercer ayudante, el Jefe Blas y el Marinero Vergara (fosforito), tenían camastros, los que incluían cómodas en su parte inferior, no eran muy blandos para dormir pero si eran buenos para guardar los enseres personales, y para los demás, dos camarotes dobles de cañerías de fierro, el resto de la edificación estaba distribuida en cocina-comedor, living y biblioteca, sala de radio, baño, sala de máquinas, bóveda de la torre, carpintería y sala de herramientas, casi todo unido por un pasillo central.

Con el pasar de los días y a medida que se daban las condiciones de tiempo, avanzábamos en los trabajos programados, la construcción de la vereda junto a la línea, en su primera parte y más empinada,  necesitó de la remoción, recolección y traslado de rocas de diferentes lugares de la isla, algunas con la ayuda del carro y el winche manual, cualquier tamaño de roca que se pudiera mover servía, otras eran llevadas al lugar de trabajo rodando con la ayuda de palancas (chuzos), y en algunos casos hubo que recurrir a desenterrarlas, en esta última etapa y cuando excavábamos en un lugar ubicado en las cercanías de la aduana de Coihueco, a un costado de la línea del carro, viniendo del desembarcadero y luego de remover el musgo y algunas rocas, nos encontramos con una gran cantidad de huesos de lobos, esa vez dedujimos que pudieron haber sido utilizados como alimento en la época de construcción del Faro, esto por el estado deshecho en que se encontraban los huesos, las únicas partes que resistieron al paso del tiempo fueron algunos huesos gruesos, parte de las mandíbulas y los dientes, según recuerdo deben haber sido una veintena de restos de animales jóvenes y adultos, el trabajo debía continuar, para la construcción de la vereda no contábamos con cemento, pero si nos acompañaba una buena dosis de ingenio y ganas de trabajar, las rocas eran unidas con una mezcla de piedra molida, barro y musgo, al final logramos llevar a cabo la tarea que nos dio mucho que hacer, pero que alivió muchísimo el tránsito seguro desde y hacia el desembarcadero en sus últimos metros, hay que considerar que dicho lugar era muy peligroso ya que siempre se mantenía mojado, su superficie de roca lisa la hacia muy resbalosa, cada vez que se debía transitar por el lugar había que apoyarse en la línea del carro para caminar con seguridad, tampoco hay que olvidar que por el lado de afuera de la línea hay una grieta de unos 30 metros de altura, en mayo del año 1981, volví para quedarme 8 meses en la roca, y en el año 2003 siendo Suboficial, en una revista inspectiva al lugar, pude constatar que la vereda con sus escalones, se mantenía casi intacta, creo que el equipo hizo un gran trabajo.


Winche manual y línea del carro para subir carga, vista desde la sala de combustibles


En las tardes siempre nos reuníamos a conversar y a buscar antecedentes en los antiguos bitácoras que había guardados en el entretecho y en algunos documentos históricos que había en la biblioteca, logramos dar con que por el año 1913 y producto de la mala alimentación que tenía la dotación debido a la escasez de víveres, esto ya que el buque que les traía los alimentos, no lograba recalar en el faro por las malas condiciones de tiempo, más encima este mal clima les había destruido el burro (pluma), en este periodo fallece uno de los guardianes del faro, un señor de apellido Sillard, esto también nos alentó para echar a andar nuestra creatividad ociosa durante las guardias nocturnas, fue así como aprovechando la oscuridad y el silencio de la noche y mientras el guardiero recolectaba los datos meteorológicos fuera de la casa, a eso de la 01:30 horas apoyado de una linterna, y antes de que echara a andar el motor generador, silenciosamente nos escondíamos al interior de la torre para suspender una sábana de color claro, colocada diligentemente cerca del centro de la bóveda y a la altura de la cabeza, a esa hora de la madrugada ya el cansancio empezaba a pesar, el sueño quiere vencerlo y la concentración es escasa,  todo esto para que al abrir el farero la puerta de acceso a este recinto, se encontrara de frente con este pseudo fantasma, las primeras veces pedíamos ayuda y solicitábamos  nos acompañara alguno de nuestros camaradas para pasar por el lugar, esta compañía nos envalentonaba y reafirmaba nuestra confianza, y por supuesto la presencia del fantasma desaparecía por arte de magia, al día siguiente era tema obligado de conversación en la sobremesa, donde echábamos a correr la imaginación, ahí se avivaba el fuego colocando los nombres de Sillard y de Núñez o quizás puede ser el alma de alguno de los obreros que la historia cuenta perdieron la vida trabajando en Evangelistas, a un costado del desembarcadero hay una gruta donde acudíamos a encender una vela por el descanso de esa alma que vagaba por las noches en la casa, hoy en día pienso que nunca logré separar la ficción de la realidad, ya que mi subconsciente me dice que el alma de algún antepasado farero que perdió la vida ahí, aún vaga por los rincones de la querida y añorada “roca”.


Vista de la roca donde esta emplazado el Faro


Pero no solo lo normal vivimos durante esos cuatro meses, ya que durante el mes de diciembre se nos alertó para estar preparados ante un posible conflicto, ahí el receptor comenzó a funcionar como nunca, buscamos la forma para que las antenas pudieran ayudar a recepcionar lo más nítido posible, las bajamos y limpiamos una por una, luego de comprobar que la tarea había servido nos alimentábamos con la información que lográbamos captar de las emisoras de Punta Arenas, radios Polar y Presidente Ibáñez. Comenzó la instrucción para conocer todo lo que era necesario saber y que dictaban los manuales y planes ante un posible conflicto, la tensión era diaria, por otra parte el Jefe Blas dispuso racionalizar la alimentación, había que hacer durar más los víveres, un día supimos que nuestra flota se estaba desplazando, habíamos entrado en comunicación vía VHF y les vimos pasar, la emoción nos embargaba y nuestra mente trabajaba más que nunca, escuchábamos que en la ciudad había mucho movimiento, afortunadamente todo se resolvió en forma civilizada y volvimos a la normalidad.


En la red de desembarco, saliendo de Evangelistas


Los cuatro meses transcurrieron tan rápido, que uno no sabe cuando ya se esta preparando para volver a la realidad de la ciudad, se hermosea el lugar con los medios que haya disponibles, pintado, limpieza, traslado de carga a la aduana, documentación de entrega, correspondencia oficial, libros, cargos, instalación de la red de desembarco, prueba de winche, corte de pelo, afeitada, era una pequeña algarabía, íbamos a salir pronto, bueno si el tiempo lo permitía, se suponía que la primera semana de febrero llegaría el patrullero con los relevos, pero el tiempo no lo permitió, ya teníamos todo en la aduana hasta las ansias de salir pronto, el Lientur se fue a esperar condiciones a 40 días, decíamos nosotros, la verdad es que no teníamos idea, pero había que mantener ocupada la mente, la primera semana me leí completitos los 5 tomos del Séptimo de Línea del escritor Jorge Inostroza, en la siguiente semana desfilaron frente a mis ojos otra serie de libros de autores famosos como Frank Yerby (Entre la ambición y el amor); Jack Higgins (Ha llegado el águila) y cuando ya estaba a punto de comenzar con otro, se abrió una ventana para la llegada de los relevos el día miércoles 14 de febrero del año 1979, trabajamos muy duro durante todo el día, la idea era que a la dotación entrante no le sucediera lo mismo que a nosotros, subimos la totalidad de la carga a la aduana y detrás de ella, en las embarcaciones que regresaban abordo se enviaban tambores y balones de gas vacíos, de un momento a otro salió viento y se comenzó a echar a perder la mar, la orden del Comandante era que todo el personal debía regresar, el buque tenía que zarpar rápidamente antes de que las condiciones empeoraran, Blas llegó volando desde el faro donde se efectuaba la entrega del cargo, nosotros instruíamos rápidamente a los nuevos en el manejo del winche y el burro (pluma), nos fundimos en un fuerte abrazo deseándoles una buena estadía y nos embarcamos en una de las chalupas que nos llevó al patrullero, cuando íbamos entrando al Cabo Pilar, ya el temporal se había desatado, afortunadamente habíamos entrado al Estrecho de Magallanes y nos dirigíamos rápidamente a Punta Arenas, la navegación fue muy tranquila, dormimos como lirón esa noche, estábamos muy agotados, al día siguiente continuó la travesía sin complicaciones y muy calmada, disfrutamos de la camaradería de la dotación del buque, aproveché la abundancia de agua caliente tomando una ducha larga, caliente y relajante, algo que se agradece, verificamos como iba nuestra carga y descansamos, durante la amanecida del viernes 16 ya se divisaba la claridad de la ciudad, en un rato más veríamos sobre el muelle Prat a la partida de trabajo del Centro de Abastecimiento, más conocidos como los Colivoro, quienes se encargarían de sacar toda la carga y llevarla a la Subfaros Magallanes, este aislamiento había llegado a su fin.