domingo, 1 de diciembre de 2019

Historias, cuentos y anécdotas de Faros de Chile Libro 2, parte 1

           Estimados lectores, luego de un buen tiempo rescatando los relatos y aportes de apuntes, he logrado redactar mi segundo libro con entretenidas historias, cuentos y anécdotas de amigos y compañeros de trabajo que nuevamente y en forma generosa han querido estar presente en esta nueva publicación, se que varios de los lectores encontraran sus conversaciones y protagonistas que se parecen a  ustedes o a algunos amigos, espero que la lectura les entretenga y los lleve en un hermoso viaje al pasado.

           Tampoco puedo dejar de agradecer a los colaboradores José Castro Figueroa, Henry Arriagada Vicencio por sus relatos, a Ronald Ulzurrún Macías que generosamente ha cedido sus dibujos que caricaturizan estas historias y relatos.

Bueno los invito a leer este nuevo trabajo.





EL SECRETARIO



Comenzaba el año 1964, enero época de traslados en la Armada y debido al tiempo transcurrido, cuatro años, me tocó salir de Talcahuano donde había hecho buenas amistades, en esa ocasión me  enviaron a Punta Arenas y el destino me había llevado trasladado al Subdepartamento de Navegación y Faros de Magallanes, en dicha ocasión también se presentaron Sergio Espinoza, el chino, y José Gamero, el flaco, al chino lo conocía de Talcahuano durante las andanzas bohemias y en donde además coincidíamos con algunas amigas de uno de los locales.

En Punta Arenas a los nuevos por esos días nos recibe un Suboficial Mayor de estatura pequeña, voz chillona, como los jilgueros, inquieto, parecido a una ardilla, creo se apellidaba De la Barra, lo acompañaba un suboficial de apellido Escárate, este último con un semblante de pocos amigos, carácter enojón y con una cara caída que me recordaba a un perro bóxer, al rato de nuestra llegada se incorpora y también se presenta el empleado civil señor Deney, más conocido como cabeza de ajo por su frondoso cabello cano, los tres conformaban la plana mayor del Subdepartamento de Navegación y Faros de Magallanes, por lo que nos reciben y nos ofrecen especial orientación sobre alojamientos, explicándonos que hay dos alternativas; la primera es irnos a alojar al Centro de Abastecimiento de la Armada, lugar donde el personal soltero puede quedarse a dormir y alimentarse, con la condicionante que tiene que estar a expensas de las guardias militares para faenas, zafarranchos y aseo, y la segunda alternativa  es de frentón buscar una pensión para almorzar y cenar en los alrededores, ya que para  dormir se nos podía considerar en el pequeño dormitorio que se mantenía en las instalaciones del Subdepartamento, las demás comidas como el desayuno y la once corrían por cuenta propia.

Los sueldos por esos años eran muy bajos y todo lo que se podía ahorrar era bienvenido, por otra parte también nos ofrecieron ante la escasez monetaria presentarnos un casero de apellido Monsalves, que nos podría dar crédito para nuestras compras de alimentos.

Analizada la situación mi elección fue quedarme en el pequeño alojamiento del trabajo, ahí también conocí al casero Monsalves, a este caballero todos en la oficina le pedíamos crédito, por lo que para controlar las cuentas tenía un cuaderno donde cada uno se encargaba de anotar lo que pedía, en cierta oportunidad sin querer me enteré que el casero era analfabeto, siempre pedía que sumáramos el pedido del mes, por error en alguna oportunidad sumé mal y pagué menos, el no revisaba si estaba bien o mal, era un buen hombre con ganas de surgir y que confiaba en su instinto y en el prójimo, con este simple negocio logró adquirir varias propiedades y hasta fue propietario de un aserradero, algo le fue enseñando la vida y en sus tiempos libres aprendió a reconocer los números, así que cierto día se nos apareció con una calculadora que manejaba con sus enormes y toscos dedos, por lo mismo no era raro que su digitación fuese con algún cero demás, por lo que empezamos a devolver lo ganado, si andaba de buena aceptaba la sugerencia de volver a sumar, de lo contrario si andaba de malas pulgas nadie lo hacía entrar en razones, simplemente no entregaba la mercadería y se marchaba, nadie le buscaba la mala era un hombre muy alto con manos inmensas, de un puro manotazo te volaba la cabeza, el sueldo no alcanzaba y necesitábamos los víveres que el surtía, su gran humanidad infundía mucho temor, por lo tanto se acataba lo que decía.

Por ese tiempo era costumbre colocar apodos a las personas, comúnmente iba de acuerdo a alguna característica notoria o destacable, en el Subdepartamento había un sargento que todo el mundo lo llamaba “Juan baba”, según parece el apodo se lo ganó debido a que vivía con un cigarrillo en su boca que lo hacía acumular en la comisura del labio una especie de gelatina blanca, decían que se debía a un problema estomacal, este sargento se aparecía todos los días a la hora de once pidiendo un pan con queso, y por supuesto siempre en un equipo de trabajo hay un palomilla que anda buscando la oportunidad de hacer alguna broma, fue así como se presentó el bromista con un trozo de jabón para lavar ropa, el que en un dos por tres colocó dentro del pan de “Juan baba”, el jabón naval de esa época consistía en un trozo rectangular de color café que pesaba 1 kilo, se parecía mucho al exquisito queso de esos años, todos seguimos disfrutando de la hora del té y pendientes de la llegada de “baba”, de repente se aparece pidiendo su pan, a lo que el bromista le señala el que había disponible, eran tantas las ansias y el apetito que sin mirarlo lo sumió en su boca dando una inmensa mascada, mientras hacía esto paseaba su mirada entre los comensales presentes que le observaban atónitos el movimiento de su mandíbula, la que frenó su movimiento de improviso, en un rápido recorrido general sus ojos llenos de odio miran a los presentes y transmitiendo mentalmente un recuerdo de nuestras madres, tira lejos el pan que le quedaba y se retira rápidamente del lugar maldiciendo y botando lo que le quedaba en la boca, todos reían de buena gana ante las bromas que se creaban con el lavado de estómago que “Juan baba” tendría luego de esa agitada tarde.

El equipo de trabajo del Subdepartamento estaba compuesto principalmente por el personal especialista del área, quienes lucían orgullosos un faro sobre el grado que ostentaban en sus uniformes de marino, también estaba el personal de apoyo (los mecánicos, los electrónicos, el secretario, etc.), quienes efectuaban sus labores en los talleres y oficina, estos también eran especialistas de la Armada y en su gran mayoría tenían grado pero no vestían el uniforme naval, las personas los distinguían porque en su ropa de trabajo llevaban como distintivo la palabra “FAZ”, cuyo significado era Filiación Azul, a los más antiguos se los nombraba como maestro y el nombre o el apellido.

Por mi juventud no me había interiorizado mayormente de los objetivos y labores que desempeñaría en el lugar donde era trasladado, solo lo consideré como una continuidad más de la marina, el tiempo me demostraría cuan equivocado estaba, los hombres de faros eran distintos a esa formación jerarquizada que me habían inculcado en mis primeros años de formación, hoy los veo como aquellas personas que en forma inconsciente e involuntaria recibieron, enseñaron y formaron a una persona a conocerse a sí misma, a conocer virtudes en otros y en especial, a tolerar a nuestros semejantes, lo que es difícil sin que no afecten nuestros pensamientos, valores e ideologías, ese era El Secretario de los fareros.

                                      
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                                   PUERTO CUARENTA DÍAS



  Nuestra pujante nación durante el siglo XIX no contaba con el conocimiento geográfico de su territorio y por consiguiente sin la cartografía representativa, aspecto esencial que era necesario tener y así conocer la dimensión de su territorio con fines de ordenamiento y administración interior, desarrollo económico, de integración social, militares y para el conocimiento y demarcación de sus fronteras, si bien las grandes expediciones realizaron grandes aportes en el campo cartográfico pero que generalmente fueron dirigidos a la línea costera, dejando pendiente el espacio interior.

    El territorio heredado luego de la colonia era muy extenso y no existía una demostración gráfica consistente que abarcara las diferentes regiones del país, por lo que en 1830 se contrató al naturalista francés Claudio Gay, quien debía viajar por todo el territorio de la república con el fin de entregar un estudio de la historia natural de Chile, su geografía, geología y todo lo que fuera importante, trabajo que debía ejecutarse en tres años y medio. Otro científico francés en el área geográfica y geológica que fue contratado en 1848 fue José Amado Pissis, quien debía realizar una descripción geológica y mineralógica del territorio chileno, considerando la cartografía respectiva. Hacia 1888 se contaba con una publicación a escala entregada por Gay, el Mapa de la República de Chile desde el río Loa hasta el cabo de Hornos con la indicación que “los espesos bosques que cubren la mayor parte del Sur de Chile no han permitido extender la triangulación más allá del grado 38”, para lo cual debió realizar el levantamiento hasta el grado 42 a través de observaciones astronómicas y triangulaciones de segundo orden, es así como se encontraba la cartografía de la zona de Magallanes y toda expedición que se hacía a algún lugar de la zona, tenía dentro de sus tareas el realizar y registrar sondaje y las triangulaciones necesarias de ubicación de los nuevos canales, islas, fondeaderos, puntos de referencia, un bosquejo y todo lo que fuese necesario dejar registrado para traspasar a cartografía.       

¿Cuándo y quién le dio el nombre al lugar?.

Cuentan las crónicas que durante los primeros viajes al área con el fin de efectuar un reconocimiento de los islotes Evangelistas, en diciembre de 1892 la Escampavía Cóndor, a cargo del Teniente Baldomero Pacheco, llegó a ese lugar con la cartografía existente en esos años, logrando desembarcar en el islote mayor después de esperar durante dos semanas, y de reconocer cuales de los fondeaderos cercanos era el más seguro para echar el ancla y que le favoreciera un día de calma, tiempo suficiente entre intentos por acercarse al islote. En los primeros años de construcción del faro Evangelistas las embarcaciones que participaron de esta travesía, la escampavía “Cóndor”, la goleta regional “Enriette”, la escampavía “Yáñez”, la goleta “María Colombo” y la goleta “María Teresa”, seguían buscando un refugio adecuado en las cercanías de los islotes e islas del archipiélago Reina Adelaida, distante a 30 millas de Evangelistas, en ese conjunto de islas e islotes encontraron varios lugares que con el pasar de los viajes eran sondeados y evaluada su utilidad y seguridad para uso como fondeadero, las naves utilizaron los Puertos Ramón, Florencia y en especial Pacheco, lugar donde fondeaban a la espera de tiempo. Mientras ocurría esto, y debido al constante viaje con materiales desde Punta Arenas por parte de las naves, se construyó en la isla Pacheco una bodega para el acopio de materiales.



El Puerto Cuarenta Días se encuentra ubicado en la parte Sur del archipiélago Reina Adelaida, compuesto por el grupo de islas Chaigneau, las islas Pacheco, Victoria, Cornejo, King, Summer, el grupo Atalaya y el grupo Cuarenta Días, entre otras de menor extensión, todas estas islas forman varios canales secundarios, siendo el más importante para acceder a este puerto el canal Silva Varela, donde los buques que buscan refugio para fondear, encuentran 5 cables de extensión (925 m.) y profundidades variables de 14 a 35 m. con fondo de fango y piedra gruesa, en el lugar se experimentan los vientos reinantes en la zona pero amortiguados.

El navegante del remolcador de la Armada de Chile que va a efectuar el reaprovisionamiento y relevos de la dotación del faro Islotes Evangelistas, siempre debe tener planificado un puerto en donde esperar condiciones de tiempo para efectuar la faena, y en este divagar surgen las alternativas, una de ellas y la más cercana es el Puerto de Cuarenta Días, el motivo para elegir este puerto siempre es el mismo, “las malas condiciones de tiempo para llevar a cabo la faena de reaprovisionamiento del faro y la cercanía con él”, distante sólo 15 millas náuticas, por lo que para esperar mejores condiciones climáticas y capear el mal tiempo, este es el puerto más cercano e ideal para refugio y espera para los buques que abastecen periódicamente a Evangelistas.

Fue en mayo de 1895, luego de inspeccionar la costa en busca de un lugar seguro para capear el mal tiempo y más cercano a Evangelistas, lograron dar con un fondeadero resguardado y menos distante, desde él se podía llegar más rápido al lugar, aun así y dada las malas condiciones climáticas de la época, una de las escampavías llegó a esperar cuarenta días intentando acercarse a Evangelistas para lograr fondear en las inmediaciones del peñón, en dicha oportunidad no pudo desembarcar y debió regresar al lugar de la espera, pero “Cuarenta Días” estaba a solo 15 millas del islote y aunque era más difícil observar el momento favorable se podía llegar en menos tiempo, tenía un buen puerto de fondeo y quedaba a mitad de la distancia de los otros lugares, estos puntos de vista decidieron el traslado de la bodega desde la Isla Pacheco hasta este puerto.

En 1913, la escampavía Yelcho que aprovisionaba el faro, estuvo esperando cuarenta y cinco días para desembarcar. En ese periodo, un temporal había echado abajo el pescante del islote y a causa de la mala alimentación había muerto el Guardián Tercero Sr. Sillard por una enfermedad al estómago, contraída probablemente a consecuencia del régimen alimenticio. Por aquel entonces, al faro ya no le quedaban víveres pues durante 4 meses no había arribado buque, en esa época se acostumbraba reabastecer de víveres cada 2 meses, ante la imposibilidad de acercarse al peñón por mal tiempo, el personal del faro tuvo que recurrir a lo que la naturaleza le podía dar, uno de los guardianes se amarraba y recogía cochayuyos, algas y mariscos productos que servían para la alimentación diaria de la dotación del faro, han pasado los años y hasta el día de hoy la experiencia pasada por aquellos guardianes sirve para las nuevas generaciones, en los faros hay que mantener, además de los víveres para el consumo, alimentos de reserva para 1 o 2 meses más. Una vez la escampavía pudo reaprovisionar Evangelistas, retiró y condujo el cadáver de Sillard al fondeadero donde fue sepultado. En la actualidad, cada vez que un buque de la Armada debe esperar tiempo en dicho puerto, puede observar vestigios de la cruz que recuerda a aquel viejo guardián que descansa en Cuarenta días.

                                      
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                      PATO ASADO EN LA CRUZ



          
Se venía el fin de semana y el lunes nos vamos en comisión al track Weste en el remolcador Colo Colo, esto con el fin de hacer mantenimiento a la señalización marítima de la jurisdicción del Subdepartamento de Faros de Magallanes, a más tardar el viernes había que dejar embarcado los materiales que íbamos a usar en los trabajos. Durante la semana fuimos a retirar los acumuladores que habíamos llevado a cargar a la planta de gas acetileno de Asmar, de esa partida dejamos las botellas necesarias en el buque más todos los repuestos (cañerías, filtros, quemadores, etc.) que requeríamos para no tener contratiempos, ya que el track era corto y llevaba dentro de sus tareas hacer mantenimiento a la “Cruz de los Mares”, con la participación del Jefe de la Subfaro Magallanes, la faena había sido muy agotadora y ordenada por lo que terminó temprano y antes de la hora del franco.

             Los comisioneros y en especial José Castro (castrely), avivan las masas para pasar a la salida del trabajo donde el amigo “Dos” (así le decíamos a Don Segundo el dueño del restaurant Su Casa), a un toque y despegue con su respectivo cachito liviano, castrely en esta comisión debía embarcarse como apoyo para revisar algunos equipos a gas, materia en la que era experto. Es viernes de papá repetía castrely, hay que echar la talla y relajarnos un poco cabros, acuérdense que en el track vamos a pelar el ajo, por supuesto a todos nos servía la excusa así que le seguimos, los casados residentes en la zona se fueron antes al restaurant “Su Casa” para reservar lugar, los solteros pasamos al entrepuente para asearnos y al poco rato estábamos frente a frente con apetito y sed, lo primero es lo primero, alimentarnos con un buen bistoco con papas mayo, ya con la guatita llena nos dispusimos a jugar la cuenta de la cena y las bebidas, llegaron los cachos con sus dados, los más inexpertos disparaban los dados para cualquier parte tratando de dominarlos y mostrar sus habilidades para el juego, luego de elegir los equipos comienza el juego, de todo decía uno (pichanga), otro cacho volaba y el dueño que es Castro decía, fondéela chiporro tres cosas son mejores, el primer jugador juega su segunda opción y no le alcanza, por supuesto hubo que hacer espacio para los lanzamientos, el compañero juega y le sale full de mano, castrely con tres cosas juega y llega a cuatro balas, el que tiene full hace su jugada pero llega atrasado a las cuatro cosas, por lo tanto, en mi calidad de anotador y teniendo clara la película del juego, lanzo el lápiz a la mesa gritando picó pata, dando a entender que se ha anotado el primer punto y hay que celebrarlo con un brindis, todos en la mesa alzan sus copas y brindan, estamos todos alegres y así sigue la segunda ronda, el partido estuvo peleado hasta finalizar el juego, otra vez castrely con su compañero de equipo ganan, ya parece cuento decían todos, es pura suerte no más, menos llanto y a pagar no más chiporro decía castrely.

                El lunes teníamos llamada abordo, se embarcó el Jefe de la Subfaro el Teniente 2° Carlos Vergara Lobos, zarpábamos a las 08:00 horas, formamos en la cubierta del remolcador por una de sus bandas, se confirmó que estábamos todos a bordo y zarpamos rumbo al primer faro, a la altura de Tres Puentes el comandante ordena izar una bandera pirata, la verdad era que la vida abordo no era muy cómoda, para empezar el remolcador no era un crucero, comíamos en el mismo lugar donde dormíamos, por lo tanto había una mezcla de olores poco agradable, para el baño había que subir a cubierta ya que estos se encontraban por la banda, el personal vestía al gusto, el viento en la zona es normalmente intenso, rumbo al Weste el buque iba empopado y corriente a favor dando 10 nudos de velocidad, volaba de tan rápido que navegaba.


              
Nuestra primera parada fue faro San Isidro para reaprovisionar y mantenimiento,  pintar la torre, limpieza de quemadores, cambio de acumuladores y filtro, se termina el trabajo y sigue la navegación, la próxima señal fue el muelle de Puerto Harris, trabajo más fácil y rápido, luego de terminar venía la Cruz de los Mares con una faena larga, a las 14:00 horas, todos a tierra a cooperar ordenó el Teniente Vergara, hay que revisar los fanales eléctricos y retocar la pintura de la cruz, el camino es intenso y cada ciertos tramos algunos tienen que descansar, ya niñitos “póngale, póngale”, gritaba castrely animando a los que se iban quedando en la subida a la cumbre del cabo Froward, luego de 6 horas de faena se ordenó trincar los trabajos y volver al embarcadero, todos cansados y con hambre emprendimos el descenso, a medio camino se cruzó un pato silvestre, castrely le grita a uno de los ayudantes que lo atrape porque lo va a usar para la cena, todos reímos con la broma, menos el ayudante que lo tomó muy en serio y rápidamente arrinconó al ave y le dio caza, seguimos bajando hasta llegar al lugar de embarco, el clima no nos acompañaba ya que se había levantado viento y oleaje por lo que era imposible hacer llegar una embarcación, ante lo cual hubo que buscar refugio hasta que mejorara el tiempo, los fareros siempre andábamos con fósforos envueltos en plástico, así que rápidamente hicimos una fogata, castrely por su parte ya le había tirado el cogote el pato y le estaba sacando las plumas más gruesas y grandes, la pluma más pequeñas, aprovechando la fogata se las chamuscó, quedando listo para la cirugía y luego a separarlo por presas, uno de los ayudantes preparó unos palos con punta donde ensartaba los pedazos de carne y se los entregaba a cada uno de los que andábamos para que lo acercaran a la fogata, seguían pasando las horas y el mal tiempo no pasaba, el Teniente al principio se negó a comer, pero viendo que al rato todos saboreábamos el jugoso pato, aceptó probar una de las presas, la que finalmente devoró de hambre, todos contentos porque habíamos engañado al estómago y podíamos calentar el cuerpo en la fogata, a medianoche calmó el viento y volvimos a bordo a descansar los huesitos en una litera,…..que agradable sensación, esa noche nos quedamos dormidos agradecidos de que se nos cruzara en el camino “el pato” que calmó nuestro apetito y pensando en las tareas que faltaban por hacer para volver a casa nuevamente, algunos faros del canal Magdalena.   


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                                       PEREJIL



Llegar transbordado a Punta Arenas en 1960, era sinónimo de mejoras económicas, en esa región del país funcionaba una zona franca, por lo tanto todo era más barato ya que estaba exento de los impuestos que pagaba el resto del país, llegaba mucha gente a probar suerte buscando trabajo y lo hacían pensando en juntar dinero para adquirir un bien para el futuro; un auto, una casa, o un terreno, siempre habían planes en la mente de las personas, aun cuando no todos lograban hacer realidad sus sueños ya que para ello había que ser perseverante, metódico y muy trabajador.

Por esa época llegó al Subdepartamento de faros Gerardo Farías, un joven electrónico que ansiaba tener su propio auto, con esta idea en mente, juntó mes a mes gran parte de su sueldo hasta que reunió lo suficiente para comprar un cacharrito de segunda mano del año 50 y que lucía con orgullo. Este joven tenía la cualidad de ser medio inventor y siempre buscaba la forma de plasmar sus ideas en la joyita, por lo mismo su vestir comúnmente era desprolijo y algo sucio, ante lo cual sus compañeros de trabajo lo apodaron “perejil”, su vehículo estaba pintado exteriormente de color verde y el interior decorado con un tapiz rojo, con estas características más la forma redondeada de este a alguien se le ocurrió que se parecía a una sandía y por este motivo le decían “la sandía”, al viejo auto no le funcionaban las chapas de cierre de las puertas, por lo tanto “perejil” le retiraba el volante y lo guardaba en el portamaletas, el auto se veía muy raro. Pensando en personalizarlo y para disfrutar de mejor forma el espacio interior, este joven le había hecho algunas mejoras al asiento delantero convirtiéndolo en dos butacas, para lo cual lo cortó e implementó con unas bisagras que permitieran dejarlo en forma horizontal, para cuando necesitaba el asiento normal instaló ganchos que se fijaban en ambos lados al interior del auto. Perejil hablaba maravillas de su creación de vez en cuando invitaba a alguna de sus admiradoras o amigas para hacerles una demostración de su invento, los envidiosos y pasajeros ocasionales decían que la creación tenía un defecto, si se sentaba alguien bruscamente los ganchos saltaban soltando todo el invento dejando al pasajero en forma horizontal y por lógica con un ataque de risa tratando de pararse y tomar la vertical para armar el asiento.   


  En cierta oportunidad el Jefe del Subdepartamento, Capitán señor  Alvarado, solicitó a “perejil” el apoyo con su vehículo para ir a dejar a su esposa Marilú a la casa, él jefe no podía usar el propio ya que debía asistir a una reunión en Tres Puentes, y llegaría tarde, por otra parte sus hijos pronto llegarían a la casa desde el colegio, “perejil” no puso ningún inconveniente, al contrario, voló a su ropero a buscar las llaves de la joyita total de ahí se podía ir franco, de paso fue a su taller para desconectar las herramientas eléctricas, en su cerebro bullían las ideas, había que andar rápido para desocuparse temprano y por supuesto antes de la hora del franco, le apremiaban las movidas particulares que siempre debía atender en las tardes, era una flecha corriendo para todos lados, saca el volante del maletero, se ubica en el asiento del chofer y lo instala, la señora Marilú lo espera pacientemente mientras ocurre la ceremonia de armado, se acerca al auto y “perejil” le abre diligentemente la puerta, olvidando asegurar el asiento y en un par de segundos aparecen las piernas de la señora Marilú a la altura del parabrisas, sin saber qué hacer, “perejil” entre serio y risueño nervioso la ayuda a volver a la vertical, bombardeando a la señora con disculpas y explicaciones sobre lo sucedido, finalmente las múltiples fallas que traía el vehículo eran culpa del que le vendió el auto, por supuesto ella nada le creyó ya que el Capitán Alvarado comentaba después “el perejil quería abusar de mi mujer, que se ha creído ese fresco, no le pido más favores a este sinvergüenza”,…lamentablemente perejil sin querer había caído en desgracia.


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                 EVACUACIÓN EN ISLA MOCHA



Un día de agosto en pleno invierno llovía torrencialmente y el viento arreciaba allá afuera, el Cabo Pérez estaba de guardia ese día en el Faro Isla Mocha, la oficina bien abrigada y calefaccionada no sucumbía ante las malas condiciones que se apreciaban en la costa y en especial en la caleta de pescadores, temprano había recibido el servicio con la amenaza de mal tiempo y la prohibición de zarpe a todas las embarcaciones, de acuerdo a lo sugerido al Presidente del Sindicato de Pescadores, don Carlos Opazo, quien dio instrucciones a sus socios de vararlas ante la eventualidad de marejadas, la presión barométrica de la estación meteorológica del faro bajaba muy rápido, claro indicio del mal tiempo que llegaría en las próximas horas a la zona.

            Todo transcurría tranquilo en la isla, el meteo había sido cursados a la hora, una ronda al lugar nunca esta demás, todas las ventanas aseguradas, la guardia tranquila, hacía un poco de frío justo para beber un humeante café, a eso de las 6 de la tarde ya oscureciendo, llegó el paramédico de la posta a solicitar ayuda para evacuar de urgencia a una enferma con síntomas de apendicitis, la señora manifestaba tener mucho dolor en el lado derecho de su estómago y le costaba mover la pierna del mismo lado, el Jefe de Faro, Suboficial Caroca, fue informado de inmediato de la situación quien comunicó esto por radio a la Marítima de Talcahuano para solicitar instrucciones, a los pocos minutos y luego de corroborar la urgencia el Oficial de Servicio informa que se instruyó a la moto nave Cóndor que efectuaba un viaje de cabotaje desde Puerto Montt con rumbo a Talcahuano, navegando a 30 millas al Sur de la isla, para que recale a Mocha y efectúe la evacuación de la enferma a la brevedad al Puerto de Talcahuano, estimando la llegada del buque para 3 horas más.

            Cabo Pérez coordine una embarcación tripulada con don Carlos Opazo para que esté disponible a las 9 de la noche en el varadero, la motonave Cóndor recaló puntual comunicando que se encontraba sobre las máquinas en las cercanías de la caleta.

          Llegó el Suboficial Caroca a la caleta para verificar el embarco de la enferma y dar instrucciones a su ayudante el Cabo Pérez, hacía largo rato que los isleños estaban instalados en el lugar esperando los acontecimientos y prestar ayuda de ser necesario, inmediatamente el Suboficial se dirigió a quien encabezaba el grupo y preguntó ¿Cuál es la embarcación y el patrón que dispuso don Carlos?, Esta es la mejor chalupa que tenemos Suboficial y el patrón es Enrique Cuevas y ocho bogas, todos experimentados y equipados con salvavidas, ¿No será más conveniente enviar una embarcación más pequeña y más liviana Don Carlos?, este guardó silencio un momento mientras observaba hacia el océano apreciando las condiciones del tiempo, sabe Suboficial, la mejor opción es la chalupa porque aguanta mejor la marejada y así como está la cosa lueguito va a estar muy malo, una embarcación más pequeña puede darse vuelta y provocar un accidente.

            La embarcación se encontraba en el agua y estaba siendo preparada para recibir a la enferma, los bogas y el patrón revisaban que las chumaceras y la bayola calzaran bien con los remos puestos, el Cabo Pérez que debía recibir y despachar al buque estaba listo para embarcar, solo faltaba la enferma que era trasladada en carretela a la caleta, único medio de transporte cómodo disponible, a los minutos llegó, se trataba de una de las vecinas de la isla una señora de 70 años, venía en una camilla que fue llevada de inmediato a la embarcación, sus facciones desencajadas mostraban cansancio y mucho dolor, con delicadeza fue instalada entre los bogas para protegerla, estamos listos para zarpar gritó el patrón.

           
           El Suboficial Caroca conversaba con el Cabo Pérez quien movía su cabeza asintiendo, vaya abordo con el libro de recepción y despacho y pida al Capitán que lo firme objeto formalizar la recalada del Cóndor, si está muy malo allá afuera no se arriesgue a abordar, bien mi Suboficial, listo entonces embarque y zarpen.

                Ya señor Cuevas zarpe y que Dios nos acompañe.

             Pérez se instala cerca de la enferma, al patrón a lo lejos se escucha gritar, revisar el armado de los remos, listos a remar ¡avaaaante!…, ¡avaaaante!…, ¡avaaaante!…, el viento traía la voz del patrón, la chalupa lentamente avanzaba por el canalizo que formaban las rocas cercanas a la caleta, al Cabo se le veía atento a las olas que iban creciendo a medida que se internaban en el oscuro océano, todos los remeros concentrados intentando coordinar una boga pareja, el patrón miraba la ubicación del buque y con la bayona nos dirigía hacia él, se notaba que el hombre tenía experiencia, no paraba de animar a sus bogas, nos falta poco muchachos con fuerza, ¡avaaaante!..., ¡avaaaante!..., ¡avaaaante!..., las olas iban creciendo a medida que nos acercábamos, de vez en cuando el viento nos salpicaba la cara con agua salobre, perdíamos de vista el buque cuando estábamos en el seno de la ola, lo volvíamos a ver cuando remontábamos la cresta de esta, el patrón y los bogas tenían que esforzarse para llevar el rumbo, al cabo de treinta minutos de remar logramos acercarnos al costado del buque por sotavento, a pesar de estar protegida la banda del buque no era sencillo acercarse a la escala real.

          El Capitán megáfono en mano desde el alerón del puente consulta, ¿Cómo está la enferma, se puede poner en pié?, Pérez le repite la consulta a la anciana quien asintió, y con la ayuda de los que estaban cerca se sentó en la embarcación emitiendo algunos quejidos de dolor, puede pararse realmente señora; si puedo Cabo, manténganla sentada un rato que voy a pedir ayuda al Capitán, Pérez pide al patrón se acerque a la escala y salta abordo dirigiéndose al puente donde solicita apoyo de 2 marineros para recibir a la enferma y aprovecha de sacar la firma para el libro de recepción y despacho volviendo a la chalupa.

             La maniobra se hizo en condiciones seguras para la anciana, la que fue llevada a la enfermería del buque que zarpó de inmediato a Talcahuano.

           Lista toda la maniobra y vuelto el Cabo a la chalupa comienza a llover torrencialmente, la moto nave  ya navegaba rumbo al Norte y la embarcación quedó expuesta a la marejada que comenzó a salir, el Cabo se sienta entre los remeros se cala el gorro hasta las orejas y sube el cuello de la chaqueta, volvamos a la caleta patrón, ya muchachos grita, allá nos esperan con café caliente en la playa, listos a remar ¡avaaaante!..., ¡avaaaante!..., ¡avaaaante!..., la vuelta con el mar más malo se puso complicada, apenas se divisaba la playa si no fuera por dos fogatas que orientaban al patrón, vamos muchachos que falta menos, el patrón sujetaba con fuerza la bayola los bogas mostraban en su rostro el esfuerzo que hacían al remar, al observar cuando la chalupa iba en el seno de la ola aparecían las rocas de la costa y se escuchaba como rompían en ellas, los bogas cargaban los remos con más fuerza con los gritos de aliento del patrón, ¡avaaaante!..., ¡avaaaante!..., ¡avaaaante!..., el remero de proa soltó el remo y tomó la boza para estar listo a lanzarla a la playa, se escuchaban los gritos de aliento de quienes estaban en tierra, de un momento a otro el patrón grita perdí la bayola, al instante una montaña de agua cae sobre la embarcación llevándose a la mitad de la dotación, todos iban con sus chalecos salvavidas y como podían nadaban hacia la playa, la otra mitad se mantenía abordo entre los que estaba Pérez y el patrón, el proel lanzó la boza antes de que el bote se golpeara con las rocas y quedara montado en ellas, la gente de la playa logró tomar la cuerda y esperaron la llegada de la siguiente ola para intentar sacar la embarcación, uno de los bogas sacó el espiche para evacuar el agua alivianándola y permitiendo arrastrarla al sector de varada, los bogas ya se encontraban alrededor de las fogatas y la gente que los esperaban les llevaba abrigo.

           El Cabo Pérez temblando de frío se presenta al Suboficial Caroca e informa; “enferma embarcada abordo de la Cóndor y tripulación de la chalupa en tierra sin novedad”, estamos todos mojados pero satisfechos de la misión cumplida mi Suboficial, con un buen café caliente y ropa seca estaremos todos bien.  

   
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                    APRENDÍ A VOLAR



Tras un año y medio en la Escuela de Grumetes y luego de unos cuantos aporreos, trotes y muchas formaciones, en julio de 1986 fui destinado a la Escuela de Operaciones de la Armada, ahí debía continuar mi educación como marino y dar inicio a la orientación de medio año a la especialidad de faros, en diciembre aprobé esta etapa y luego de unos días de permiso, quedé a la espera de medio para mi traslado a Punta Arenas, lugar donde había sido trasladado para un periodo de adiestramiento de dos años, en enero de 1987 soy enviado en una de las barcazas de la Armada, todo mi humilde equipaje quedó reducido a una bolsa de equipo y un maletín, no era mucho lo que tenía.

La historia comenzaba a escribirse y así emprendía el vuelo este nuevo farero, la navegación fue muy novedosa y tormentosa a la vez, mi primer viaje largo en buque el que recién logré disfrutar cuando entramos a los canales. Recalamos por algunas horas en los puertos de Talcahuano y Puerto Montt para embarcar y desembarcar carga y pasajeros, también pasamos a Puerto Edén, donde hicimos trueque de ropa por mariscos, ahí aprendí a comer las ricas cholguas muy apreciadas y abundantes en esa zona, y al final del mes de enero llegamos a Punta Arenas, ciudad puerto donde trabajaría y residiría en los próximos años, afortunadamente el Departamento de faros quedaba a un par de cuadras del puerto así que llegué caminando con mis pilchas e ilusiones.

No llevaba ni una semana en la zona y de haberme presentado en el Subdepartamento de faros de Magallanes, y me acaban de notificar que voy a componer la próxima dotación del faro Cabo Ráper que zarpa en 15 días más, que nervios, que llevo, que compro, que hago, con quienes voy, son tantas las preguntas y no sé qué hacer, por dónde empezar, guau esto es parte de mi trabajo, que aventura se me viene, cuanto aprenderé, cómo será y dónde se encuentra el faro, ya no aguanto las ganas de estar ahí, vivir la sensación de estar lejos del mundo, deben ser los 19 años de juventud que hacen aflorar mi ansiedad. Lo primero es lo primero chiporro, usted ahora prepárese para ser operado en el hospital naval, a los faros se va sin apéndice así que le van a sacar esa cuestión para así asegurarnos una tranquila estadía en el aislamiento, lo van a dejar un par de días y listo para emprender el viaje, ¿tiene algún problema?, preguntaba mi futuro Jefe de Faro el Sargento 2° (F.) Genaro Cerpa, ¡¡no jefe!!, entonces hoy a las 18:00 horas se presenta en el hospital, mañana a primera hora lo operan, a pesar de ser una operación pequeña y rápida igual es invasiva, ya que por esos años se hacía a tajo abierto con el debido preoperatorio de lavado de estómago y rasurado, me habían contado que esto iba a suceder antes del aislamiento, pero jamás pensé que sería tan pronto. Con el rasurado ya quede muy cohibido, pero cuando me hicieron el lavado de estómago me dio mucha vergüenza exponer mi trasero a la enfermera naval, pero en fin estaba listo para el pabellón y afortunadamente todo salió sin inconvenientes, me sacaron el pedazo de tripa y al tercer día me dieron de alta, estaba listo para cumplir aislamiento, la dotación que faltaba estaba compuesta por el Cabo 1° (F.) Luis Guzmán Lorca y el Cabo 2° (F.) Luis Miño Muñoz, juntos preparamos todo lo que era necesario llevar al faro, a mitad del mes de febrero, durante la madrugada del lunes 16, zarpamos en la barcaza Orompello, llevábamos los trabajos de mantenimiento del track Norte, nos acompañaban en la barcaza los relevos de los faros Fairway y San Pedro, las acomodaciones disponibles abordo eran la enfermería y el contenedor cinco estrellas, si faltaban había que armar litera en la bodega.

El viaje se hizo corto por la cantidad de trabajos, todos los días había algo que hacer, luego de casi dos semanas de navegación, y debido a las buenas condiciones de tiempo en el Golfo de Penas, llegamos a Puerto Slight con todas las tareas de faros cumplidas, faltaba solo pasar a Caleta Tortel a cargar palos y de ahí la barcaza emprendía el viaje de vuelta a Punta Arenas. La faena de reaprovisionamiento se realizó rápido con los botes de goma la carga se fue acomodando alrededor de la aduana, todo fue muy ágil ya que la barcaza quería aprovechar las buenas condiciones de tiempo para atravesar el Golfo de Penas de vuelta, la idea era buscar un fondeadero seguro para pasar la noche.






La dotación saliente durante la recepción y despacho de la carga, nos hicieron el traspaso de información, nos entregaron detalles de los motores, los congeladores, los animales, la meteorología, la comida que dejaron y todo lo que era necesario que tuviéramos presente. Durante la tarde La Orompello zarpó dejándonos con todas nuestra carga en los alrededores de la aduana, a la distancia se veía el humo de su chimenea, nos sentamos un rato para descansar, en algún momento nos miramos las caras y el jefe dijo, ya muchachos guardemos todo lo más delicado en la bodega, la carga que está cerca de la playa sacarla fuera de marea y lo más protegida posible, antes de que anochezca nos vamos al faro, no olvidar que estamos a 8 kms., por ahora llevaremos lo justo y necesario y que se pueda echar a perder, además lo que puedan llevar los caballos, mañana veremos con que contamos para el traslado de la carga.

En gran parte de los faros habitados se cuenta con medios de trasporte motorizados, si bien es cierto que los fareros de antaño usaban los carros tirados por animales, hoy en día cada cierto tiempo las maquinas fallan y se recurre a los animales nuevamente para el transporte de la carga, ellos siempre están disponibles.

La dotación anterior habían enviado el tractor bobcat a mantención y reparaciones, por lo tanto había que activar algún medio con lo disponible, se contaba con dos caballos, dos bueyes, un yugo y una carreta deteriorada, estando en la ciudad ya nos habíamos enterado de esta situación y los más entendidos en el área rural nos dieron algunas ideas para llevar de mejor forma nuestra estadía, lo más importante por el momento era buscar la forma de trasladar nuestras cosas, nadie de nosotros tenia conocimientos de campo y menos con animales, así que con ganas e ingenio entre los cuatro especialistas prontamente nos dispusimos a solucionar el problema, con un eje en desuso y un árbol de luma improvisamos la pértiga de carreta, un poco de madera para la base, un cuero de vacuno sirvió para las coyundas, una vara larga para la picana y el yugo estaba en el faro, ahora solo faltaba enyugar a los bueyes, de esa tarea se encargó el jefe Cerpa, los animalitos tenían mucho tiempo sin trabajar así que costó colocarles el yugo y show aparte fue acoplarles la carreta, pero se logró.

Listo, comenzó el traslado de la carga, la carreta llevaba todo lo que podían los animales, sin forzarlos, los caballos también cooperaban en esta labor, increíblemente con el pasar de los días los animales se pusieron más dóciles y al poco tiempo llevamos toda la carga al faro, con los días también aprendimos a curarles las heridas que le producían las rocas filosas en las patas, a herrarlos, a colocar las monturas y riendas a los caballos, y los más entendidos también enseñaban a usar el hacha y la motosierra, lo que fue muy bien aprovechado para despejar el bosque, pero lo más increíble fue que nos atrevimos a sacar leche y como había leche también logramos obtener nuestro propio queso fresco, esto fue la guinda de la torta.

El éxito logrado al llevar a cabo todas las tareas encomendadas, donde hubo que aplicar para algunas cosas el ingenio, en otras actividades los conocimientos, esa dinámica fortaleció a la dotación logrando llevar a buen término las tareas encomendadas, demostró que el trabajo en equipo hace que todo sea más llevadero y más fácil.

Al terminar el periodo y sacar cuentas, podemos decir que fue una experiencia entretenida, el ingenio y la necesidad se conjugaron y esta primera estadía en un faro, quedó marcado a fuego en los recuerdos de aquel joven citadino afecto a farero.  
 
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