sábado, 11 de marzo de 2017

Ingreso a la Armada de Chile

Ingreso a la 

Armada de Chile



















Dedicatoria:


En recuerdo a mi madre querida, a Antonio Salgado Pardo y su familia, mis hermanos, tíos, primos, sobrinos y la alegre abuela Tila.





















 “INGRESO A LA ARMADA DE CHILE”


Autor: Gustavo González Cortés


Lo logré, llegué hasta el final, y pensar que este día se veía muy lejano otros llegaban y yo ¿porqué no?, trabajé muy duro y a conciencia, quien diría que ese joven medio raquítico que parecía que en un día de estos se lo llevaría el viento, que por más de alguna necesidad pasó en sus pocos años de vida, quien además no poseía mucha base académica, pero que sí tenía muchísimas ganas de aprender de la vida y a recibir las enseñanzas que el diario vivir le iba entregando, todo lo que sirviera y fuera útil para reforzar su formación de persona lo recibía y lo hacía propio, muchas veces se moldeaban a su forma de ser, se modificaban y adaptaban a las propias necesidades, todo aquello que realmente fuera útil lo compartía con aquellos que le rodeaban, fueran estos personas jóvenes como uno o de más bagaje, no se como llamar a lo que me ha pasado durante estos 35 años y 3 meses de haber pertenecido a la Armada de Chile, digamos que es el destino, destino que llevó a ese joven flacuchento, muy enfermizo, de 1,69 metros de estatura y 56 kilos de peso, de escasos recursos, con hambre y con ansias de saber más del mundo a ingresar a la marina, y por esas cosas de la vida, al mismo lugar donde le toca actuar en su último año como Suboficial Mayor, me refiero al recinto de la antigua Escuela Naval, esa construcción añosa que se mantiene erguida en el cerro Playa Ancha.

Luego de haber pasado los primeros exámenes de admisión a la Armada de Chile efectuados en Santiago junto a mi amigo y vecino Antonio Salgado Pardo, él lamentablemente no fue seleccionado, llegué a Valparaíso para rendir los chequeos correspondientes a los médicos especialistas, aunque en esa época nos dijeron que viniéramos preparados para ser acuartelados de inmediato, por mi parte me despedí sólo de mi hermano mayor y su familia ya que mi mamá y hermanos se encontraban veraneando en Chillán, para ser más exacto en Trehualemu, como no tenía familiares en el puerto me enviaron a alojar en la Escuela de Abastecimiento y Submarinos, éramos bastantes, recuerdo que para tal efecto disponíamos de colchones uno al lado del otro y una frazada para abrigarnos, ese día y los siguientes días de enero de 1975 tuve que aprender a dormir con lo puesto, mi vestuario no era mucho que digamos, así que esas noches que tuve que alojar en ese anticuado recinto pasé mucho frío, Santiago era muy caluroso en esa  época pero el puerto tenía otro clima más húmedo y frío, por suerte fui notificado que había pasado los exámenes y había quedado aceptado en la Armada como alumno en la Escuela de Grumetes, así que debía prepararme para que desde ese momento ser acuartelado y ser trasladado al puerto de Talcahuano en un buque de la Armada, esos días de espera no fueron muy gratos ya que el alojamiento era muy incómodo y la nula disponibilidad de dinero para gastos extras no existía, así que me aguantaba con lo que se me daba en la Escuela de Abastecimiento, ya para el día Miércoles de esa semana se nos notificó de nuestro traslado en la barcaza Toro ese fin de semana, por lo que la gente seleccionada de la zona debía presentarse el día Viernes para comenzar el traslado general, los santiaguinos estábamos preparados para cumplir cuando se dispusiera, lo que se concretó en la tarde de ese día, zarpamos a eso de las 22:00 horas, en esta oportunidad sólo habían colchones para reposar los huesos, así que había que abrigarse con lo que se tenía a mano, el chaleco y la toalla sirvieron para salvar la situación, además que no se podía salir a cubierta ya que estaba prohibido y el buque se movía mucho, en todo caso a eso de las 08:00 horas informaron que había colación para todos los que éramos trasladados, salí a cubierta a tomar aire, afortunadamente la navegación era relativamente calma a pesar de que íbamos en una barcaza, algunos igual se marearon, pero fueron los menos, la colación consistía en un tazón con leche y un sándwich que aunque no quitó el hambre, en algo alivio el apetito, de ahí había que volver a la bodega de la barcaza donde debíamos pasar la mayor parte del tiempo hasta nuestra llegada, como al mediodía entramos a la bahía de Concepción y lo primero que divisamos fue nuestro futuro hogar por los próximos meses, la isla Quiriquina, no nos dimos ni cuenta cuando unas pequeñas embarcaciones se acercaron a la barcaza para trasladarnos a tierra, eran el Meteoro y el Grumete Pérez, en un abrir y cerrar de ojos estábamos desembarcando en el muelle Sur, ahí comenzamos a saber de los instructores quienes con mano firme nos fueron formando para llevarnos al lugar donde se encontraba la escuela, la caminata iba muy bien hasta que se nos ordenó comenzar a caminar agachado, “viejitos comenzar” y hasta el patio principal del recinto, las piernas ya no daban sobre todo para aquellos que llevaban maleta grande, menos mal que yo como no tenía mucho era poco lo que llevaba, ahí me favoreció ser pobre, los instructores parecían un enjambre a nuestro alrededor gritándonos y ofreciéndonos el infierno si llegabamos a pararnos de cansancio, dolor o cualquier otro motivo, el trayecto había que hacerlo a como diera lugar, se escuchaban muchas quejas y más de alguna lagrima quedó derramada en el camino, en nuestro paso había algunas casas que luego supe eran las que habitaban nuestros instructores y sus familias, esa gente, señoras y niños, observaban nuestro pasar sin decir nada, para mis adentros emitía mis primeras impresiones que no eran de las mas alentadoras, la verdad es que no sabía que era lo que iba a suceder en esos primeros días, me adaptaría o no, para suerte mía, los últimos cuatro años mi salud se había afirmado y mi estado físico iba en franco avance, así lo que se viniera no debiera ser tan terrible.

Llegamos al patio de formación, un instructor gritón se paró al frente, el sargento Díaz de la segunda división, comenzó a ordenarnos junto a otros instructores, nos nombraban y a medida que esto sucedía se nos indicaba la división y el curso a la cual pertenecíamos, esto duró toda la tarde, hasta que lograron ubicarnos a todos, incluso aquellos que no figuraban en los listados, ahí conocimos a quienes serían nuestros instructores divisionales durante el resto del año, quienes nos forjarían el temple, me tocó pertenecer a la Tercera División, que estaba distribuida en cuatro cursos igual que todas las divisiones, a cargo de un oficial y un Suboficial, el Teniente 2º OM Sr. Juan Vera Villar y un Suboficial del cual no recuerdo su nombre, los cursos tenían un instructor de cargo y distribuidos de más antiguo a más mote, el curso Ancla lo tenía el Sargento 2º (Art.) Mellado, a cargo del curso Bote estaba el Sargento 2º (IM) Juan Reyes (el cosaco Reyes), luego a cargo del curso Cepo el Sargento 2º (Art.) Aravena (el negro aravena) y por último estaba el Cabo 1º (Tp.Os.) Aros a cargo del curso Daga, ese día los más pelucones cayeron en las manos del peluquero que los dejó con los sesos a la vista, apenas se asomaba un pequeño moño sobre sus nobles calvas. Nuestros instructores nos llevaron a lo que sería el futuro alojamiento y que de ahí en adelante llamaríamos el entrepuente de la tercera, en el cual había cuatro corridas de camarotes, una para cada curso, se nos distribuyó nuestra cama y ropero, guardamos nuestras cosas e hicimos nuestras camas, también nos esperaba un overol de mezclilla que los instructores los entregaban a la medida, o sea a medida que íbamos pasando, ellos estimaban la estatura y nos entregaban este implemento que en los próximos días sería nuestra prenda obligada, ese día logramos por fin comer algo en la tarde y antes de ir a acostarnos se nos dio una colación, a las 9 de la tarde se nos obligó a acostarnos ya que se nos había ofrecido un tour a la playa al día siguiente, en adelante ese sería el horario de ir a dormir, el clima era muy adecuado como para disfrutarlo, esa noche dormí como lirón hasta que a las 05:30 horas se nos comenzó a levantar, el ruido se escuchaba por todos lados, el pito de arbitro del instructor se escuchaba encima de nuestra cabezas, tres minutos para estar formados en el pasillo con la toalla a la cintura, van dos gritaban los instructores y recién había algunos que estaban estirándose, la orden había que obedecerla rápidamente porque de lo contrario venía algún castigo, van dos y medio minutos gritaban nuevamente, aunque recién había pasado uno, a estas alturas sólo quedaban algunos que corrían a meterse a la fila, al grito de tres más de algún puntapié volaba e iba a parar a un trasero, todas las divisiones se dirigían hacia la playa, que a esa hora de la mañana estaba totalmente vacía, los reclutas nos formábamos en dos filas paralelas a la playa, hacía frío, toallas al piso gritaba el instructor, instrucciones, los primeros en ir al agua deben correr gritando, tirarse un piquero y salir, ¿entendido?, si mi instructor, gritábamos todos, primera escuadra al agua carrera mar, aaaaaaaaaaaah, se escuchaba el grito para sacarse el frió del agua a esas horas de la mañana, todos nos tirábamos al agua, cuando ya venían los primeros el instructor gritaba segunda escuadra al agua carrera mar, aaaaaaaaaaaah, otro grito se escuchaba, los que venían saliendo del agua media vuelta carrera mar se escuchaba otro grito, y al agua de nuevo, increíblemente el frío era atroz, sobre todo para aquellos que poco y nada conocíamos del mar, mi cuerpo se iba curtiendo cada día más y se endurecía, había días que el chapuzón era un poco más prolongado, todo dependía de cómo estuviera el clima, lamentablemente era verano, por suerte las ida a la playa sin traje de baños duró pocos días ya que pronto nos entregaron nuestro equipo de recluta, un buzo de mezclilla, ropa interior, botas, calcetines, poleras, pijama y una bolsa de equipo, pasábamos haciendo ejercicio, que al suelo, que trote, que no mueva los ojos, que no se ría, que levante la cabeza, pague 30, viejitos comenzar, los instructores parecía que no descansaban. El régimen diario consistía en baño de mar, ducha de agua helada, agua de pato, desayuno, formación para instrucción y parte, de ahí nos dirigíamos a diferentes lados de los alrededores de la escuela para efectuar adoctrinamiento militar, cada curso con su instructor, a las 10 de la mañana colación, de ahí formación y a continuar con el adoctrinamiento, todos los desplazamientos se hacían al trote y en todas las formaciones de la primera semana se preguntaba si alguien deseaba retirarse, siempre había alguno que ya no aguantaba más, al mediodía venía un rato de relajo más amplio ya que pasábamos a rancho hasta la nueva formación de la tarde que era la continuación de lo de la mañana más todo lo que se le pudiera ocurrir al instructor, en algún momento de la tarde nos juntaban a todos los cursos y se nos hacía practicar como división, la idea era coordinar los movimientos a la voz de mando, aquí debíamos repetir muchas veces, también se nos hacía mucho ejercicio, si salía algo malo y dependiendo de donde estuviéramos se nos gritaba, a Rondizoni carrera maaaar, a la capilla carrera maaaar o al bosque carrera maaaar, nos volvían a formar y seguíamos con la practica, algunas veces llegaba nuestro oficial de división a observar nuestro avance, a eso de las 5 de la tarde, nos daban un tazón de té con un pan, ahí parábamos un poco de ejercitar, debíamos lavar nuestra ropa, hacer aseo a nuestro entrepuente y alrededores, limpieza de sectores asignados, hacíamos la hora para pasar a rancho a las 19:30 horas, luego venía canto divisional, competencias de canto, había que aprender un sinfín de canciones y marchas militares y navales  lo mas acordes posible y a todo pulmón, ninguno de nosotros podía hacer desorden en la fila porque si no éramos castigados como grupo, plantón a la división o al curso, también hacía competencias de movimientos militares, la división que mejor lo hacía se iba a acostar más temprano, los que lo hacían más mal se quedaban castigados practicando, al final se iban a acostar tarde y todos transpirados, nuestra euforia por haber ganado a veces nos jugaba en contra con los instructores ya que mientras nos acostábamos no dejábamos de hablar, incluso cuando se apagaban las luces y sólo quedaba la luz de policía, que era la señal de guardar silencio, ahí aparecía nuestro instructor de servicio que nos advertía guardar silencio, no faltaba el que no obedecía y por culpa de esos se nos levantaba con botas y pijama al principio y luego con colchón y ropa de cama a trotar a la cancha de fútbol, específicamente a la pista de ceniza, llegábamos muy transpirados y a tratar de dormir, a esas alturas ya se nos había quitado el sueño, en todo caso era parte del adoctrinamiento militar de la época y algunas cosas más que son difíciles de comentar pero que forjaron nuestro temple para seguir las reglas, algunos de nosotros salieron más estrictos que otros, otros simplemente dimos vuelta la página sacamos lo que nos podía servir para la vida y a seguir luchando, las formaciones, los trotes, los aprendizajes continuaban día a día, la meta era pasar la revista de reclutas, la entrega de armas y de ahí se nos relajaba un poco la vida con una salida a la casa, antes de semana santa pasamos la revista de reclutas y nos ganamos una salida, me dieron un pasaje en tren ida y regreso a Santiago, ahora ya me podía identificar como el Grumete González, llegué a la casa a regalonear, la mamá se veía muy contenta de verme de marino, salía para todos lados de uniforme, toda la familia quería sacarse fotografías con el popeye, incluso los vecinos y vecinas, me dejaba querer, era algo muy agradable, se sentía bien ser tan querido, el Domingo debía retornar a Talcahuano y restituirme a la Escuela de Grumetes, ahora se venía estudiar para el futuro, lo mejor de todo es que se acabó el baño de mar en la mañana, ahora sólo había que combinar la disciplina militar con la mental, ambos frentes debían ser atendidos con igual atención, al principio para acomodarme al nuevo estilo de vida que estaba adoptando y lograr llegar a fin de año y graduarme de flamante Marinero de la Armada de Chile, esa era mi primera meta, en el camino fui entendiendo que el hecho de ser disciplinado tenía muchas cosas a favor, por tener esa actitud se me designada como brigadier de curso al principio y luego de la división, también traté de destacar en lo deportivo, algo traía de la vida civil, así que participaba por la división en las competencias de atletismo, la mitad de año llegó entre actividades deportivas, desfiles (21 de Mayo, aniversario de la escuela, Etc.), estudio, pruebas, actividades extra programáticas, círculo de música clásica, llegaron las vacaciones de invierno, una semanita para la casa a disfrutar con la familia de nuevo, a tomar nuevos aires y fuerzas para seguir los próximos meses, la pasé súper bien paseando por todos lados y tirando pinta, había que dejarse querer, fui a ver a mi tía de Barrancas en Santiago, hoy Pudahuel, mi hermano mayor, Jorge y su familia que vivían en aquellos años en Tannembaun, San Miguel, compartí con mis amigos y algunas fiestas con mis hermanos, todo era alegría, lo bueno de todo esto es que recargué las pilas para continuar los próximos meses con más ganas, las despedidas siempre son con algunos lagrimones pero que dejan ese saber dulzón al final de haberlo pasado muy bien y sobre todo con mi madre, familia y amigos.

Volví a la isla Quiriquina para retomar lo que llevaba andado, uno que otro de mis compañeros llegó con ganas de haberse quedado en la casa pero con el correr de los días fue pasando, todos nos contábamos las cosas que nos habían pasado en estas cortas vacaciones, otros llegaron pololeando, incluso hubo alguno que no pudo viajar por la lejanía de la casa, Punta Arenas, Arica e Iquique y quizás que otro lugar. El primer semestre había quedado atrás y ahora venía la etapa final de este año 1975, en Talcahuano y Concepción no conocía a nadie así que los primeros meses casi no salí, a que decía yo, a dar vueltas, bueno alguna vez lo hice para conocer algo de Talcahuano, en las vacaciones de invierno aproveché de conseguirme la dirección del Guillermo Feliú con su abuelita cerca de mi casa, un amigo de la infancia, el se había ido a vivir con la Jovita que supongo era su madre y vivía en Chiguayante, así en una de las primeras salidas le fui a dar una vuelta a su casa hasta encontrarlo, lo visité como 3 veces ya que me servia para distraerme un poco del régimen militar de la escuela, dentro de lo que se podía me recibían cariñosamente, salíamos a ver partidos de fútbol o a caminar por los alrededores. El año seguía avanzando, desfiles, estudio, actividades extra programáticas, boga, velerismo, salidas a mariscar los fines de semana, actividades físicas trotes hasta el faro habitado, periodos de embarco, estudio, la mayor parte del tiempo me quedaba voluntario abordo y traté de que mi comportamiento fuera intachable, por lo mismo creo que los instructores a medida que avanzaba el año me fueron dando más responsabilidades, muchas veces quedaba de brigadier de la división, foto 1, para un Grumete una gran responsabilidad y una gran envidia por parte de aquellos que creían que podían hacerlo mejor, fin de año se vino de repente, en la división competíamos tres grumetes por ser los mejores, estaba mi padrino de confirmación Jaime Lizama Cabello de mi curso, Heraldo Hurtado del curso cepo y yo, como aún seguía siendo el flacuchento que ingreso a la marina, mi musculatura de los brazos no creció mucho, así que cuando tuvimos que competir en fuerza de barras me quedé en tercer lugar aunque igual fue muy poca la diferencia de notas entre los tres, en lo personal con mi nota de egresado de la Escuela de Grumetes logré el lugar número 55 entre 884 alumnos con la nota de 6, 092, por lo tanto para sorpresa mía y alegría de toda mi familia conformé el grupo de 75 grumetes que el año 1976 se embarcaba en el viaje de instrucción del Buque Escuela Esmeralda, lo mejor de todo era que continuábamos al mando del director de la escuela y de uno de los oficiales de división, el primero era el Capitán de Navío Don John Martins Reynolds y el segundo el Teniente 2º Sr. Alex Wagorn Jarpa de la segunda división, Diciembre se venía con todo, graduaciones en el estadio El Morro de Talcahuano, preparación del desfile final fiesta de fin de año con acompañantes, para el que podía y diversas actividades paralelas, en mi caso nadie me acompañó en ninguno de los eventos, la situación económica en la casa no era buena para andar dilapidando el dinero y venir a la graduación y la verdad es que tampoco quise contarles, y en cuanto a la fiesta, difícilmente hubiese podido encontrar una acompañante, para aquellos años aún era muy tímido, así que solo y con hartas fuerzas se vivieron estas actividades, total después venían tres semanas de vacaciones para disfrutar al máximo en Santiago con la familia, y es lo que hice, la gran mayoría del contingente luego de las vacaciones se debía presentar en las escuelas de especialidades de Valparaíso, Viña del Mar y los que habían elegido maniobras tenían que retornar a la Escuela de Grumetes, en mi caso debía volver a la isla hasta que la Esmeralda estuviera en condiciones de recibirnos, por esos días estaba programado su ingreso al dique seco. Los primeros días de Enero del año 1976 fuimos recibidos en el buque que nos albergaría todo ese año, ahora comenzaba a vivir mi futuro en la Armada de Chile como personal contratado.     
   
                  
                                                   Como brigadier en periodo de embarco         

                             



En competencias de atletismo por la división

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